Los ecuatorianos no podemos mirar como lejano el drama de los colombianos, tan cercanos, tan hermanos. Un refrán del siglo XV, “Cuando las barbas de tu vecino veas cortar, pon las tuyas a remojar”, desinstala la indiferencia.
La simpatía con la que se mira a Colombia explica la prematura concurrencia de personalidades internacionales en la firma del documento de la supuesta paz en Cartagena.
Ya ha habido una lluvia de informaciones, de reflexiones acerca del triunfo del No.
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Aun de un hecho negativo como la guerrilla, a la luz de la razón y de la fe, se pueden extraer lecciones positivas: 1) La guerrilla de Colombia no fue ni es una realidad improvisada: conferencias y escritos de expertos permiten una aproximación a la realidad del campo colombiano, en el que se originó principalmente la guerrilla.
- Un latifundio acaparador, que no dejaba espacio a la libre iniciativa de campesinos, para que logren con su trabajo un nivel de vida más digno.
- Falta de servicios básicos.
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- Falta de vías de comunicación. “El hambre es mala consejera”.
El campo quedó bajo el influjo inicialmente de esos ideólogos que, combatiendo la violencia institucionalizada con violencia armada, suponían combatir la injusticia. La realidad exigía una reforma agraria. Algunos, alejados de la razón y de la fe, no la afrontaron adecuadamente.
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El Estado –dicen expertos– los ha tenido casi olvidados. Este olvido favoreció la degeneración de algunos ideólogos en criminales: asesinos y narcotraficantes.
(Afirmo entre paréntesis que dos reformas pedidas por la Conferencia Episcopal Ecuatoriana, la agraria y el reconocimiento a los analfabetos del derecho del voto, impidieron en parte revueltas sangrientas)
2) La solemne firma en Cartagena, aun si hubiera sido ratificada por el voto popular, sería solo un punto de partida. Observo que entre los acuerdos firmados en Cartagena el referente a la reforma agraria es un acierto. Es tiempo de inclinar la mirada a una raíz de la turbulencia, que es la desatención a los marginados. Más aún, la raíz de la raíz está en la inequidad causada por desconocimiento de los derechos de algunos grupos sociales, como el de los indígenas.
3) Llama la atención el que en un país con tantos valores humanos campee la pasividad en el momento de ejercer su obligación de expresarse con el voto. Quien, pudiendo, no vota pierde el derecho de exigir un servicio eficaz a los que ejercen el mandato ciudadano. Es incomprensible el que de antemano se haya reducido el número necesario de votantes para que el resultado del sufragio tenga valor. ¿Libertad sin responsabilidad?
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4) Todos hemos sembrado vientos. Todos hemos de poner las barbas a remojo. Ocultar los problemas; rehuir responsabilidades personales, o grupales, buscando y encontrando en otros a los culpables, es cobardía y vanidad. Ver la paja en el ojo ajeno es niñería. Los colombianos no quieren cosechar ulteriores tempestades. Deponiendo ambiciones partidistas. Quemando viejas enemistades en el altar de la patria. Integrando aportes para el bien común. Respetando la Constitución y las leyes. No son elásticas a la medida. (O)