Dos momentos marcaron la faceta política del penalista Jorge Zavala Baquerizo, quien falleció a los 91 años la noche del 9 de mayo pasado en su domicilio en Guayaquil, de un ataque cardiaco.

El primero fue en 1970. El catedrático experto en derecho penal renunció a la Vicepresidencia de la República, a la que llegó en representación del Partido Liberal en 1968, luego de que José María Velasco Ibarra (conservador) se proclamara dictador de su quinto y último mandato.

Lo hizo en un contexto en el que la Constitución de 1967, en vigencia en ese entonces, daba poco margen de acción al vicepresidente, cargo que recobraba valor para reemplazar al primer mandatario “en caso necesario”. Zavala Baquerizo, un crítico acérrimo de Velasco, había llegado al cargo bajo un mecanismo en el que los electores podían escoger entre listas a las dignidades de presidente y vicepresidente. Superó así en votos al candidato del velasquismo, Víctor Hugo Sicouret Pazmiño. De allí que Velasco Ibarra lo desterrara de las reuniones del gabinete y lo describiera como un “conspirador a sueldo”.

Publicidad

Pese a sus discrepancias con Velasco Ibarra, sus allegados resaltan el respeto que siempre mostraban entre sí cuando coincidían en actos públicos y su actitud de no alterar el orden democrático, que lo llevó a estar preso en varias ocasiones.

El segundo momento que marcó su carrera política ocurrió el 1 de octubre de 1987. Zavala había sido electo diputado nacional por la Izquierda Democrática y cuando fue designado presidente del Congreso Nacional (1987-1988) le tocó impulsar el juicio político en contra del ministro de Gobierno del régimen de León Febres-Cordero, Luis Robles Plaza, acusado de violar los derechos humanos.

Era un periodo turbulento en el que surgió el grupo guerrillero de izquierda Alfaro Vive Carajo, al que la Presidencia de Febres-Cordero combatió con estrategias denunciadas por entidades de derechos humanos. Al final, Robles Plaza fue censurado políticamente. Durante el juicio, Zavala destacó por su actitud apegada al debido proceso más allá de sus convicciones de centroizquierda. El régimen de ese entonces fue cuestionado por la demora al cumplir la disposición del Congreso.

Publicidad

“No acatar las resoluciones legislativas es desoír al pueblo y el pueblo es, en definitiva, el único que decide el rumbo de la patria. Que lo tengan presente los candidatos a tiranos”, dijo Zavala refiriéndose a que Robles seguía en el cargo. Finalmente, salió en enero de 1988.

Estas declaraciones fueron presentadas en el homenaje póstumo que la Asamblea Nacional, de mayoría oficialista, le realizó el pasado miércoles por haber dirigido el Legislativo, cinco días después de su muerte. En el acto, Xavier Zavala Egas, uno de sus cuatro hijos, recibió la condecoración post mórtem Doctor José Joaquín de Olmedo.

Publicidad

Tras cumplir las dos más altas funciones que llegó a desempeñar en su carrera política, Zavala dejó la capital y retornó a su casa en Guayaquil para dedicarse a lo que sus allegados concuerdan lo apasionaba: escribir sobre derecho penal. Es considerado como uno de los más prominentes maestros y pensadores del derecho penal y sus prácticas en la segunda mitad del siglo XX.

Fue miembro de la Asociación Internacional de Derecho Penal, de la Cámara Alta Latinoamericana de Juristas Expertos en Ciencias Penitenciarias, entre otros organismos. Y destacó en la cátedra en derecho penal, procedimiento penal y criminología en las universidades Estatal de Guayaquil y Espíritu Santo. Impartió cátedra hasta el 2011. Entre sus obras relevantes están El proceso penal ecuatoriano, Delitos contra la propiedad, Alegatos penales, La pena.

Quienes fueron sus estudiantes resaltan la claridad de sus ideas al momento de exponer sus argumentos. Todo acompañado de una voz alta y grave. “Sus clases magistrales –que bien podían escucharse desde el patio universitario– eran más que simples enseñanzas. Eran en realidad un torrente impresionante de ideas que parecían liberarse luego de un largo cautiverio para apoderarse de nuestras mentes”, cuenta Hernán Pérez Loose, uno de sus alumnos, en un artículo publicado el martes pasado en este Diario.

El exvicepresidente León Roldós dice que cuando era rector de la Universidad Estatal abandonaba su oficina para escucharlo: “Organizado, puntualísimo... Hombre que en ese momento ya estaba cercano a los 80 años, siete de la mañana estaba ahí dando clases”.

Publicidad

Como diputado provincial del Guayas (1956-1958), legislador nacional (1984-1988) y presidente de la Comisión de Legislación y Codificación del Congreso (1998), siempre recalcó el carácter independiente que debía tener esta función. Antes de su elección como presidente del Congreso dijo que propiciaría el cumplimiento de sus tareas fundamentales, ser un ente crítico y fiscalizador, según declaraciones recogidas por este Diario.