En ocasiones, un hotel puede sentirse demasiado –digámoslo así– “hotelero”. Desabridamente formal. Excesivamente frío... Así ocurre cuando las rígidas fórmulas relacionadas a la industria de la hospitalidad bloquean los espacios para que se abran ciertas grietas que de forma agradable pueden llevarnos hacia una comodidad más relajada.