Personificó la decadencia y el colapso del Antiguo Régimen en el escenario de la Revolución francesa (1789-1799) que la convirtió en víctima propiciatoria del nuevo orden que estremeció a Europa y al mundo, al final del siglo XVIII. Acusada de espía, conspiradora extranjera y derrochadora contumaz -la apodaban Madame déficit- fue conducida al cadalso de la guillotina al inicio del periodo del Terror donde serían decapitados entre 35 y 40 mil partidarios de la monarquía, enemigos reales o supuestos de la naciente República, entre el otoño de 1793 y el verano de 1794.