El Sábado Santo o Sábado de Gloria es el día que sigue a la crucifixión de Jesucristo, que se conmemora el Viernes Santo. Este día es mencionado en los Evangelios como el día en que Jesús yacía en la tumba después de su muerte en la cruz, pero también es cuando descendió a los infiernos para salvar a todas las almas.
Para los seguidores del cristianismo, es un día de reflexión y silencio antes de la celebración de la resurrección de Jesús el Domingo de Pascua.
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Según la Enciclopedia Católica, el Sábado Santo marca el final del tiempo “de Cuaresma y penitencia y el principio del tiempo Pascual, que es uno de regocijo”.
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Las primeras horas del día están marcadas por un espíritu de duelo, que prolonga el ambiente de silencio y meditación de la víspera. Son horas de espera en las que los católicos recuerdan que Jesús fue colocado en el sepulcro y después “descendió a los infiernos”.
En su designio de salvación, Dios dispuso que Cristo no solamente “muriese por nuestros pecados” (1 Co 15, 3), sino también que conociera el estado de muerte, el estado de separación entre alma y cuerpo, durante el tiempo comprendido entre el momento en que expiró en la Cruz y el momento en que resucitó. Ese momento se revive cada Sábado Santo.
Se conoce por las Sagradas Escrituras y la tradición que Jesús bajó al “Seol” o infierno, donde permanecían las almas de todos los muertos.
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No se refiere al infierno como un lugar de condenación (como lo entendemos popularmente), sino el lugar donde estaban las almas de los muertos esperando la redención.
En aquel lugar estaban todos los santos y justos que perecieron antes de la muerte de Jesucristo y no tenían cómo llegar al cielo: los patriarcas, los profetas, los reyes, San José, entre otros.
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Según la tradición de la Iglesia, cuando Jesús muere, desciende al infierno y lleva consigo al cielo a todos los que creyeron.
En el Sábado de Gloria también se conmemora el dolor, la valentía y la esperanza de la Virgen María, quien consuela a los apóstoles para quienes todo ha acabado. Ella les recuerda lo que dijo su hijo: “Al tercer día resucitaré”. (I)