Por Camila Arosemena

Tuvimos la suerte de poder hacer este viaje por nuestros 50 años, y aunque no es el primero que hacemos juntas, sí fue el más esperado. Teníamos claro que queríamos Italia, pero la oferta de opciones es infinita. Una noche de vinos nos decidimos por Como y cuadramos una fecha (tarea muy complicada entre trece mujeres con roles variados entre ejecutivas, madres y una jubilada entusiasta). Encontrar una casa no fue fácil, estábamos claras que íbamos a estar al pie del lago, pero las casas que uno googlea para trece pax son muchas veces impagables, y las bonitas pagables están alejadas. Pues encontramos dos casas que comparten jardín y son un sueño, con siete cuartos en total, tal y como lo necesitábamos, junto al agua.

Hacer agenda y logística fue tarea de cuatro, una que conocía bien la zona, otra que la organización con el toque de ansiedad justo era lo suyo, la que no estaba dispuesta a tranzar en no comer rico y la conciliadora que convencería al resto de lo que íbamos encontrando.

Moverse en Como se adapta a lo que uno quiera, nosotras tuvimos algunos tramos en vanes alquiladas con choferes, otros en vaporeto, y en taxi de agua. Lo interesante del vaporeto es que llega a todos los pueblitos, en varios horarios, con precios superconvenientes, y te hace caminar y conocer pequeños detalles de los distintos lugares que si andas solo en carro o bote directo te los pierdes.

Las Villas son el atractivo número 1 de la zona, nosotros fuimos a Villa Carlota, que es magnífica, cargada de arte, historia, jardines con toques de modernismos, que alguien como yo no muy ágil valora. Los italianos son elegantes y ponen ascensores panorámicos escondidos entre la vegetación para mantener encanto y comodidad sin sacrificar estética.

Área de recreación del Grand Hotel Tremezzo Foto: Cortesía

El Gran Hotel Tremezzo, con su restaurante Giacomo sobre el lago fue espectacular. Ese almuerzo fue un premio para todos los sentidos, la comida preciosa y deliciosa, en un ambiente sofisticado y relajado a la vez, con excelente atención y sombrillas naranjas que parecían auspiciadas por Aperol porque daban una sed incalculable. Es mi cabeza solo retumbaba la palabra ¡Felicitá!

Menú del restaurante Da Giacomo en la terraza del hote

Otra actividad imperdible fue participar en un cata con piqueos en un viñedo local, donde la familia propietaria, ya de segunda generación, nos atendieron y explicaron con mucho entusiasmo y paciencia, todo el proceso del vino.

La cereza del pastel fue haber tomado una clase de cocina italiana en la casa de Genevieve y Karen, dos amigas de la vida que decidieron emprender este negocio Lake como kitchen y ofrecen una experiencia mágica donde aprendimos a preparar pasta hecha a mano, lasaña de melanzana, raviolis rellenos de ricota y tiramisú de limoncello. Todo degustando vinos de la zona.

Terraza del Grand Hotel Tremezzo, ideal para cocteles.

Luego tuvimos dos días que exprimimos en Milán: visitamos la catedral y sus techos góticos, fuimos a ver a San Antonio a Padua, la casa de Julieta en Verona, cenamos en Ostería Gloria una degustación de aplauso y por supuesto terrazeamos harto. (O)