La prediabetes es una condición silenciosa (sin síntomas) que puede progresar a diabetes tipo 2 y afectar a gente aún joven, económicamente activa. Se estima que hay en el mundo 200 millones de casos, muchos de ellos no diagnosticados, pues no en todas partes se sigue la rutina de hacer una prueba de glucosa en sangre, como la hemoglobina glicosilada, que mide cuál ha sido el promedio durante los últimos tres meses.
El doctor Carlos Solís, presidente de la Sociedad Ecuatoriana de Endocrinología del Guayas, explica que en la prediabetes ya hay azúcar elevada de manera crónica en la sangre, pero no tan alta como para llegar a los criterios de la diabetes. Él está convencido de que es un desafío de salud pública y privada buscar a las personas en riesgo para descartar o diagnosticar lo más pronto y evitar que lleguen a la diabetes.
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“Y para controlar la prediabetes, que de por sí genera riesgos (retinopatía diabética, enfermedad cardiovascular y cerebrovascular, enfermedad renal crónica)”.
En esta situación, la glucosa está por encima de 99. “Una vez que tienes 100 en ayunas, eso es azúcar alterada por encima de lo normal, y esto es así hasta 125. Por encima de 125 es riesgo de diabetes”. Aquí hay un proceso inflamatorio continuo de todos los tejidos, que lleva al desarrollo de lesiones en los órganos.
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¿Qué me pone en riesgo de prediabetes? Origen, edad, sexo, herencia y estilo de vida
A nivel general, informa Solís, el consumo de azúcares es 6 veces más de lo que una persona necesita (ingesta diaria recomendada). Algo similar ocurre con las grasas. ¿Por qué nos cuesta tanto dejar de comerlas? “El azúcar produce placer, y esta información queda grabada en el cerebro, y nos lleva a repetir la experiencia. La grasa produce saciedad parcial, pero saciedad, al fin y al cabo. Si juntas estas dos condiciones, el resultado es la comida rápida: de fácil acceso y de bajo costo, ricas en azúcar y en grasa”. Esta comida, puesta a repetición, desplaza los vegetales, las frutas y otros carbohidratos complejos sin sabor azucarado.
Si bien podemos modificar esto para reducir nuestra vulnerabilidad, hay otros factores que será imposible cambiar. “Hay elementos que llevamos como cuando vamos de excursión, una maleta que no podemos cambiar”:
- Sexo: hombres y mujeres tienen el mismo nivel de riesgo.
- Edad: toda persona por encima de los 30 años tiene mayor riesgo de prediabetes y diabetes.
- Origen étnico: los latinos tienen más propensión a desarrollar hipertensión y diabetes.
Hay varios sistemas de calificación para saber si uno tiene o no la posibilidad de tener diabetes, como el FindRisk, que se puede hacer en cualquier momento, en casa. “Si tienes 12 puntos o más, la recomendación es que vayas al médico, te hagas una glucosa en ayunas y él evalúe si son necesarios más exámenes”.
En noviembre pasado, durante la semana de la metabología, la Sociedad logró una colaboración para subir el test en español.
El FindRisc es un test inicial, sencillo, fácil de encontrar en línea en casi cualquier idioma, que consiste en algunas preguntas clave: edad (el riesgo aumenta con ella, especialmente a partir de los 49 años), sexo (ligeramente más riesgoso es para los hombres, 1 punto), origen étnico (ser latinoamericanos nos añade 6 puntos), la existencia de parientes con diabetes (un sí son 5 puntos más), medida de la cintura (lo ideal es menos de 90 cm), índice de masa corporal (ojalá menor a 25) y presión arterial alta (un sí equivale a 5 puntos más).
La versión de la Fundación para la Salud incluye un par de preguntas relacionadas con la actividad física y la alimentación. Una vida mayormente normal, pero sedentaria, da un total de 9 puntos.
Por otra parte, en la versión de la organización Diabetes UK, tan solo dos respuestas positivas, el origen y la historia familiar, suman 11 puntos y uno se pregunta si será hora de acudir al examen.
La verdad sobre las bebidas edulcoradas
Aproximadamente 1 de cada 10 nuevos casos de diabetes de tipo 2 y 1 de cada 30 nuevos casos de enfermedad cardiovascular son atribuibles al consumo de bebidas azucaradas (refrescos, bebidas de frutas, bebidas energéticas y limonadas), según una investigación con datos de 184 países recogida en Nature Medicine.
El estudio, liderado por la mexicana Laura Lara-Castor, investigadora en la Universidad de Washington (Seattle, Estados Unidos) concluye que donde más nuevos casos de diabetes y enfermedad cardiovascular asociado al consumo de bebidas azucaradas se da es en Latinoamérica y el Caribe, seguido de África Subsahariana.
Los datos, correspondientes al año 2020, provienen del Global Dietary Database, que incorpora estimaciones del consumo de bebidas azucaradas basadas en encuestas dietéticas a nivel individual, junto con datos sobre obesidad y tasas de diabetes.
Su análisis pone de manifiesto que la ingesta de bebidas azucaradas fue responsable de 2,2 millones de nuevos casos de diabetes tipo 2 y de 1,2 millones de nuevos casos de enfermedad cardiovascular a nivel global en 2020.
A nivel global, la carga de diabetes tipo 2 y de enfermedad cardiovascular atribuible al consumo de bebidas azucaradas fue mayor en hombres que en mujeres, y más común cuanto menos formación tenía la persona.
Los investigadores hablan también de intervenciones de salud pública para mitigar estos factores de riesgo. Lara-Castor apunta a “la falta de políticas públicas en esta región y la influencia de la industria de bebidas azucaradas”. Ella sugiere medidas ya conocidas: impuestos a los refrescos, limitación de la publicidad, etiquetados informativos obligatorios, restricciones de venta en escuelas o lugares de trabajo, mejor acceso a agua potable y crear conciencia de una dieta saludable.
La investigación no ha analizado el impacto de los tés y cafés endulzados. Aquí Solís, jefe del Servicio de Endocrinología del Hospital del IESS de Los Ceibos, nos hace una precisión. “Hace unos 10 años ya recibíamos información de estudios poblacionales hechos en Brasil, en México, en Europa y en Estados Unidos, en los que la gente que consumía edulcorantes tenía exactamente el mismo riesgo de tener diabetes que las personas que consumían azúcar”.
Esos datos fueron seguidos de alertas y estudios sólidos. “La FDA terminó dando una declaratoria (algo ambigua) de que ningún edulcorante sirve para prevenir diabetes ni para controlar obesidad”, indica. “Si me preguntas, siendo un paciente con riesgo de obesidad o diabetes, debes consumir edulcorantes, la respuesta es no. Si crees que te ayudará a prevenir, no”. El edulcorante puede dar una falsa sensación de seguridad y llevar a consumir más, sin dar protección alguna. “No está prohibido, pero la recomendación de especialista es: necesitas agua, no otro líquido; necesitas frutas enteras, no licuadas ni batidas”. (I)