El reflujo gastroesofágico está relacionado con ciertos síntomas, vamos a nombrar los más molestos: una sensación quemante en el pecho y regurgitación de la comida. Pero hay otras señales atípicas que pueden pasar desapercibidas: la tos persistente, la sensación de ahogo al acostarse para dormir o la presión en el pecho.
Una endoscopía puede descubrir lesiones en el esófago, pero también podría tratarse de un esófago hipersensible, que se irrita con pocas cantidades de ácido que no producen lesiones, solo síntomas.
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Y tal vez ese malestar que siente no sea reflujo, sino la enfermedad acidopéptica, que puede manifestarse sin que tenga ninguna lesión o ser una gastritis leve o haber llegado a formar úlceras.
Las úlceras pueden manejarse con medicamentos orales, de manera ambulatoria, pero si hay hemorragia digestiva aguda, se usarán otro tipo de presentaciones, con inhibidores de la bomba de protones, como el pantoprazol, vía intravenosa.
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El médico gastroenterólogo argentino Luis María Bustos, quien visitó el país para la conferencia ‘GastroXperts’, el pasado 15 de julio, en Quito, cita el último indicador de la enfermedad gastroesofágica, que es la presencia de la bacteria Helicobacter pylori, que se trata con una combinación de antibióticos para erradicar la infección y un fármaco inhibidor de la bomba de protones para curar la úlcera.
Cuando hay infección, pero no se hace el tratamiento completo, sino que la persona se automedica, por ejemplo, con omeprazol, la gastritis no se cura, sino que se vuelve crónica. “H. pylori produce una alteración de la mucosa gástrica que se llama metaplasia, y esta aumenta el riesgo para gastritis o úlcera. Cuando bloqueo el ácido (con inhibidores solamente), quito la gastritis en el momento, pero la enfermedad de base (por la bacteria) sigue existiendo, y se repetirá”.
¿Qué puedo tomar para la gastritis o el reflujo?
Los inhibidores de la bomba de protones reciben nombres como omeprazol, lansoprazol, esomeprazol, pantoprazol, rabeprazol, dexlansoprazol, ilaprazol y dexpantoprazol, y algunos de ellos son fáciles de adquirir sin prescripción. ¿Cuál es el que le conviene a usted? El doctor Bustos explica que cada uno de estos fármacos tiene matices. No hay uno mejor que el otro, sino que cada cual tiene aplicaciones de acuerdo con el perfil del paciente. Y el que conoce su perfil es su médico.
“Por ejemplo, en los pacientes añosos que toman muchas pastillas, el pantoprazol se usa porque tiene menos interacciones medicamentosas. En cambio, a otros inhibidores esas mezclas los vuelven menos efectivos”, ilustra el doctor Bustos, que se especializa en trastornos funcionales del aparato digestivo, también conocido como trastorno de la interacción intestino-cerebro. Un mismo medicamento puede tener variantes, como el pantoprazol, que puede ser magnésico o sódico. “El magnésico tiene una vida media de eliminación más prolongada y es más rápido en mejorar la sintomatología”. Los distintos inhibidores son todos efectivos, pero el especialista decide cuál le conviene a usted.
Los medicamentos, incluso si fueran de venta libre, tienen farmacodinamia o una manera particular de asociarse o reaccionar a todas las otras cosas que haya en el organismo, y si no respetamos esto, y los tomamos a libre albedrío, no tendremos los resultados que esperamos. Los inhibidores no pueden hacer efecto si se los toma al comer, por ejemplo. Por eso se recomienda tomarlos en ayunas, 30 minutos antes de la primera comida.
“El otro tema es que, generalmente, los inhibidores de la bomba de protones funcionan por acumulación. A los cuatro días de tomarlo, tengo una buena inhibición de todas las bombas del estómago. Si lo tomo de forma eventual, después de que comí, porque sentí acidez, no será tan eficaz”.
¿Qué hacer cuando hay síntomas de reflujo?
No se preocupe en exceso. Si el médico le pide una endoscopía, probablemente todo resulte normal. No tendrá ulceraciones, y aun así puede tener dispepsia, la sensación quemante. Y esto puede estar ligado a situaciones estresantes por las que usted esté pasando. “No es lo suficientemente importante para lastimar, pero sí para molestar”, y en este caso, cualquier comida, por cualquiera que parezca, desencadenará una crisis.
En este caso, el médico no ignorará sus síntomas. Le dará dosis bajas de medicamento para ayudarlo a mejorar su problema de sensibilidad, aunque no haya ninguna lesión específica para curar.
“Esta es la enfermedad gástrica asociada con el estrés; y se manifiesta con muchas enfermedades del tubo digestivo: el colon irritable, la dispepsia, el esófago hipersensible”. Bustos señala que las distintas personalidades tienen tendencia a síntomas gástricos o intestinales. “Por ejemplo, el ulceroso tiene tendencia a la neurosis histérica, enojo, agresividad, emociones intensas. El intestino irritable tiene más relación con la depresión, una autoestima más baja. Por eso debemos manejarnos con el modelo biopsicosocial. El que quiera separar una de estas tres aristas, se puede equivocar”.
El síntoma, explica el doctor Bustos, es una representación subjetiva de lo que el paciente está sintiendo. La sensibilidad depende de la personalidad de cada uno, de su estado de salud física más todo lo que está viviendo. “Todo eso actúa sobre lo que es la percepción visceral, el paciente siente más”.
Además de dar al paciente tranquilidad y toda la información necesaria, Bustos valora la terapia a través de neuromoduladores: ansiolíticos, antidepresivos y distintos tipos de medicamentos que actúan sobre el sistema nervioso central, para modificar la sensibilidad y la percepción.
La diferencia entre acidez y reflujo: cuando el esófago lleva el mayor daño
El reflujo se produce cuando el ácido del estómago regresa hacia el esófago: el estómago puede resistir el ácido, pero el esófago no tiene tanta resistencia. El Dr. James East, gastroenterólogo de Mayo Clinic Healthcare en Londres, dice que la enfermedad por reflujo puede dar complicaciones graves si es persistente y no se trata.
La acidez estomacal es un síntoma clave de la enfermedad por reflujo, pero no es lo único. “En el reflujo gastroesofágico se daña el revestimiento del esófago”, dice el Dr. East. Algunas personas podrían sentir un bulto en la garganta, tener dificultad para tragar, dolor de pecho, tos o síntomas tipo asma que pueden empeorar.
“Las complicaciones de la enfermedad por reflujo incluyen esofagitis e inflamación en la porción inferior del esófago”, dice el Dr. East. “Si esto persiste, la persona puede desarrollar cicatrices y constricción”, o estrechamiento del esófago.
Con el tiempo, la válvula que se encuentra entre el esófago y el estómago puede empezar a fallar, y el ácido y los químicos pasarán a dañar el revestimiento del esófago. En algunas personas, la enfermedad por reflujo podría causar un cambio en las células que se encuentran en la porción inferior del revestimiento del esófago, engrosándolo y enrojeciéndolo, lo que se conoce como esófago de Barrett.
Si bien la acidez estomacal puede ser una señal, muchas personas que padecen esófago de Barrett no presentan síntomas. Padecer esófago de Barrett no aumenta el riesgo de desarrollar cáncer de esófago. Pero es importante que quienes han llegado a ese punto se realicen exámenes médicos frecuentes para controlar que no haya células precancerosas.
Fumar, tener más de 50 años, tener antecedentes de esófago de Barrett o cáncer de esófago, tener exceso de grasa abdominal o síntomas de reflujo por más de cinco años tienen riesgo de esta enfermedad. Si tiene tres de estos factores, acuda a su gastroenterólogo para una endoscopía.
El tratamiento en etapas tempranas puede incluir cambios en el estilo de vida y medicamentos para ayudar a reducir el reflujo ácido y, por lo tanto, la exposición del esófago al ácido. (I)