Buscar una escuela para un niño que tiene necesidades educativas especiales (NEE) es un reto para las familias. Una de las decisiones es si intentar en una escuela regular (el estudiante tiene derecho) o ir directamente a un centro con personal entrenado e instalaciones adaptadas.
Las NEE abarcan la discapacidad intelectual, física, auditiva, visual, los trastornos del espectro autista, los trastornos por déficit de atención –con y sin hiperactividad–, los trastornos de la comunicación y de la conducta. No toda escuela regular está preparada para tratar con estas realidades de los alumnos.
María Paz Burbano, psicóloga y directora de la Unidad Educativa Especializada Keller, comenta que muchas veces es en la escuela regular donde se evidencia la necesidad de intervención con chicos con NEE.
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“En nuestros procesos de admisión podemos percibir que muchos padres viven la crisis de aplicar a diferentes instituciones cuando sus chicos no responden a la educación regular”. Un establecimiento tradicional tiene un límite a la cantidad de alumnos con NEE que pueden recibir en un salón de clases.
Además, hay otros aspectos que considerar. Por ejemplo, la oferta de una educación bilingüe puede no ser la mejor para un niño que tiene tropiezos en el proceso de aprendizaje.
Ella defiende que el alumno no luche por adaptarse a la educación regular, sino que la institución proponga un esquema de trabajo que atienda esas necesidades y adapte el proceso de aprendizaje. “Este esquema de educación especializada nos da mucha más apertura en el currículo, destrezas y actividades que la educación regular no nos permitiría”.
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Burbano señala que en la educación especializada, el equipo docente decide la malla, y no está limitado por las exigencias del currículum regular. “Sí, tenemos las materias básicas, lenguaje, matemáticas, pero podemos incluir materias maravillosas como estimulación sensorial”, un elemento que en el perfil de los chicos con NEE es muy importante. ¿Por qué?
“Con frecuencia podemos ver niños con diagnóstico de autismo a los que les cuesta enfrentarse a una sala de cine, la estimulación es muy fuerte, la luz, los sonidos, la experiencia en general. A través de la flexibilidad del currículum podemos integrar este tipo de actividades, aproximarlos a estimulaciones sensoriales de manera controlada para que ellos desarrollen mayor tolerancia. Los insertamos en situaciones sociales, pero de una manera progresiva y controlada”.
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Otra asignatura importante es la educación para la vida. “Para crear en ellos habilidades que les permitan adaptarse a la vida adulta, más adelante. Que sean autónomos en la alimentación, que puedan preparar sus alimentos. Que sepan cómo se usa la lavadora, cómo doblar su ropa, cómo almacenarla. Medidas de seguridad, evidenciar situaciones de riesgo”.
Una educación que haga perder el miedo a la lectura, la escritura y los números
No todos los niños reciben un diagnóstico temprano. Algunos ya son parte del sistema educativo regular y sufren durante varios niveles hasta que la familia encuentra respuestas. “Lo primero es preparar a los padres”, señala Burbano. “A veces cierran los ojos y cuentan que cuando eran pequeños pasaron por lo mismo, pero aprendieron a manejarlo mejor al llegar a la secundaria o a la universidad”.
Así, se niegan a un espacio terapéutico para sus hijos. “No es con un mal corazón, sino que es doloroso para ellos renunciar a la experiencia de paternidad y maternidad tal como la habían anticipado”. La idea es mostrarles que pueden evitar que sus chicos pasen su infancia y adolescencia luchando contra factores adversos cuando el aprendizaje podría ser de otra manera. “El trabajo es de detección temprana, pero también es el proceso terapéutico que mantiene a flote a esos niños, para que se protejan y sean lo más autónomos que sus condiciones les permitan”.
Y que su niñez y juventud no sea una colección de malos recuerdos y de dificultades (“yo era malo para eso, yo nunca pude, eso no era para mí”), sino que puedan tener buenas experiencias y recuerdos gratos. “Porque si no, estas verbalizaciones no solo se quedarán en el ámbito académico, sino que se irán al personal, crearán esta sensación de que no podrán alcanzar ningún hito”.
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Burbano anima a los padres a ayudar a que sus hijos reciban una educación en la que puedan perder el terror a la lecto-escritura o a los números, con un equipo que haya diseñado experiencias que le garanticen el éxito. “La educación formal puede ser muy rígida”, opina la psicóloga. “Tienes que hacer esto a esta edad, en este año, y si no, no lo estás haciendo bien”.
Los niños con NEE no son homogéneos y tienen fortalezas, que pueden ser la memoria, el manejo de secuencias, la atención al detalle o el alto nivel de energía y dinamismo, y el maestro bien entrenado puede usar estas ventajas a favor de ellos.
Algunas consideraciones que rescatamos de la conversación con la psicóloga Burbano:
- El aula no debería tener más de 10 estudiantes.
- La docente titular debe estar acompañada por una docente de apoyo a la inclusión.
- El equipo debe estar capacitado para atender diversas situaciones.
- El centro necesita conocer el diagnóstico y valoraciones externas que ha tenido el niño, y hacer su propia evaluación.
- Los padres deben observar si su hijo no está cumpliendo con los hitos del desarrollo, si no disfruta ir a clases y se resiste, si usa lenguaje negativo sobre sí mismo (“nunca voy a poder, es imposible”).
- También deberían detenerse a conversar con aquellos que van a tratar con su hijo.
“Mire cómo se expresan, conozca su historia, sus experiencias, cómo manejan las situaciones. Es quien va a acompañar a su hijo durante 4-6 horas al día en el salón de clases”.
Lo mejor de la educación regular y especializada para los niños con NEE
Teresa Toledo Rojas, máster en Orientación Educativa y docente de posgrado en Inclusión Educativa, colaboradora de la Fundación Baúl de Pinocho, indica que las personas con discapacidad tienen derecho a acceder tanto a centros educativos regulares como especializados, pues ambos tipos de establecimientos tienen ventajas, y que un posible ideal sería unir esas fortalezas.
“A pesar de los avances en la calidad educativa y el marco legal para estudiantes con discapacidad en Ecuador, persiste una brecha en el desarrollo de un aprendizaje inclusivo y equitativo”. Desde la perspectiva de Toledo, es crucial que los docentes adquieran las competencias que les permitan ofrecer procesos educativos adaptados a las necesidades individuales de esta población.
“Desde un enfoque inclusivo, la decisión sobre el tipo de centro debe basarse en una evaluación individualizada de las necesidades del niño. Los centros regulares fomentan la inclusión social, el desarrollo de habilidades sociales y el acceso a recursos generales, pero enfrentan desafíos como la falta de preparación docente y recursos especializados”, enumera.
Por otro lado, los centros especializados ofrecen atención individualizada y personal capacitado, pero pueden generar los aspectos de aislamiento social y estigmatización.
“En conclusión, la elección entre un centro regular o especializado debe basarse en una evaluación integral de las necesidades del niño y los recursos disponibles”, insiste. “Debe priorizarse la inclusión en centros regulares, siempre que se garantice el apoyo necesario, con el objetivo de construir un sistema educativo inclusivo y sin barreras para todos los estudiantes”. (F)