“En realidad, jamás presencié la ira pura hasta que me convertí en madre de niños pequeños”, escribió para The New York Times Catherine Pearson. “Mis hijos, que ya son un poco mayores, no eran muy propensos a los berrinches, pero cuando lo hacían, lo hacían: gritos, sollozos, sacudidas de todo el cuerpo... todo. Me desconcertaban sus ataques de ira y a veces me preocupaba qué tipo de personas estaba criando”.