Ni el confinamiento ni las restricciones impuestas por la pandemia han parado el tráfico de vida silvestre en Sudamérica. De hecho, las cifras y las notas de prensa demuestran que, debido al redireccionamiento de los esfuerzos por combatir la pandemia y, en varios casos, al debilitamiento de la autoridad ambiental, este delito ha aumentado.