¿Cómo es posible que un hombre se esfuerce para ganar mi confianza solo para desaparecer luego de que me entrego? Esta pregunta llena de inocencia y confusión que recibí en consulta por parte de una joven me conmovió profundamente y pensé que, luego de tantas veces de haberla escuchado, más padres deberían advertir a sus hijas sobre esta amenaza.
La mayoría de las personas que nuestras hijas conocerán a lo largo de su vida serán bienintencionadas, pero algunas solo querrán utilizarlas o hacerles daño. Estos individuos pueden aparecer en cualquier entorno, ocultándose tras una apariencia amable e inclusive fingiendo interés en llegar al estatus de una relación comprometida, algo que parece estar en peligro de extinción.
Ellos, los depredadores, trabajarán sin desesperar para lograr sus objetivos sexuales a corto o largo plazo. Cuando nuestras hijas ya estén ilusionadas o en la trampa, ellos seguirán su camino; dejándolas con heridas emocionales que luego les generen desconfianza hacia las nuevas personas con quienes mantengan nuevas interacciones.
Los depredadores saben cómo ganarse la confianza de sus víctimas. Se muestran atentos, comprensivos y aparentemente respetuosos, utilizando frases como: “No haremos nada que no quieras”o “Podemos ir lento para que te sientas tranquila”. Aparentarán generar una conexión que seduzca a nuestras hijas, haciéndoles creer que ellas pueden bajar la guardia.
No creo en la idea de sembrar una desconfianza generalizada hacia hombres o mujeres, ni en ver como una amenaza cada acercamiento amoroso o sexual. Sin embargo, existen personas con una afectividad dañada que buscan a quienes sean más propensas a creer en su bondad aparente y respeto, cuando en realidad solo disfrazan sus verdaderas intenciones.
A menudo recurren al victimismo, la culpa o incluso a una interpretación manipulada de la llamada ‘liberación sexual’, respaldándose en frases como ‘todo el mundo lo hace’, ‘tú debes decidir sobre tu cuerpo’ o ‘tienes derecho a disfrutar’.”
Por ello, la mejor forma de proteger a nuestras hijas no es sobreprotegerlas o vigilarlas constantemente, sino educarlas y equiparlas con herramientas para reconocer y enfrentar estas situaciones. Como padres, nuestra sagrada responsabilidad es darles criterios y lograr que confíen en nosotros para poder guiarlas adecuadamente, fortaleciéndolas para que no dependan de la validación externa y sepan identificar las trampas de la seducción.
Nota: Sé que esta situación también se puede dar con los adolescentes hombres, pero en esta ocasión quise referirme a las mujeres. (O)