Sí, los abuelos también se divorcian. En lo que va de este milenio la tasa de divorcios entre adultos mayores, especialmente en la franja de 50 a 65 años, se ha duplicado. ¿Por qué sucede esto? Se han propuesto algunas causas para tratar de explicar este fenómeno que afecta la parte medular de la estructura familiar.
Se argumenta que muchos matrimonios permanecen unidos porque su prioridad es criar a la familia, aun cuando sus afectos conyugales puedan ir sufriendo un desgaste por diversos motivos (personalidades incompatibles, infidelidad, abuso, adicciones). Al crecer los hijos y quedarse solos, sin mucho más qué hacer (más aún si coincide con la época de la jubilación), las diferencias en sus actitudes y sentimientos serán más evidentes y su razonamiento los empujaría a considerar un cambio de vida radical.
Paralelamente, los avances de la ciencia y el creciente interés en el cuidado de la salud le están permitiendo al ser humano vivir por más tiempo. Si una pareja no es feliz a los 50 o 60 años de edad, no tienen cargas familiares, y contemplan los siguientes 20, 30, o más años viviendo miserablemente, no llamaría la atención que se considere el divorcio como la respuesta de sentido común.
A lo anterior hay que agregarle que la mujer actual, con la preparación que ha adquirido, no teme enfrentar el futuro sin el apoyo económico de su exmarido. Seguir casada por dependencia financiera es cosa del pasado.
Hay que admitir que en la actualidad existe menos tolerancia al conformismo de vivir en una relación desajustada, y una de sus consecuencias es que el “divorcio de pelo gris” se ha convertido en una opción cercana.
Pero esta alternativa no elimina todos los otros recursos que tradicionalmente una pareja ha empleado para evitar, o superar, conflictos conyugales en cualquier etapa de la relación. Estas estrategias no han perdido vigencia, y su aplicación puede otorgarle a la pareja la oportunidad de recuperar el equilibrio matrimonial.
Los abuelos son la referencia más sólida que tienen los niños sobre la trascendencia y estabilidad de su familia. La casa de los abuelos siempre fue un lugar de refugio, protección, complicidad, seguridad y buenos ejemplos, ciertamente entre las mayores influencias de la niñez. En muchos casos puede ser la base de su autoestima. (O)