Llevo veintidós días sin salir de casa, y lo que al principio pasaba muy lejos, en China, casi como decir que en la Luna, hoy ocurre en el planeta entero.
Recuerdo la frase atribuida a Bertolt Brecht, que grabé con un soplete sobre un pedazo de tronco para mi primer novio: “Arrestaron a los comunistas, pero como yo no era comunista tampoco me importó. Finalmente, detuvieron a los curas. Pero como yo no era religioso, tampoco me importó. Ahora me llevan a mí, pero ya es tarde”. Era a propósito de la Segunda Guerra Mundial.
Me repito una y otra vez que no será tarde. Somos una única especie que lucha contra un mal invisible, que no hace diferencias entre nacionalidades, provincias o clases sociales. En este caso no competimos entre nosotros y es justamente la unión del talento y solidaridad humana lo que nos permitirá ganar esta guerra para la que no estuvimos preparados.
Galápagos, el archipiélago encantado, aislado por milenios de tantas otras especies invasoras, sufre también los efectos de la pandemia mundial.