A mediados de 1916 apareció en Guayaquil la revista literaria Renacimiento bajo la dirección del poeta José María Egas y del escritor y médico José Antonio Falconí Villagómez. La publicación estaba dedicada exclusivamente a la literatura y se convirtió desde el primer día en un referente esencial de la vida intelectual de nuestra ciudad. Años más tarde, recordando los inicios de esta empresa literaria, Falconí Villagómez, en su libro Los Precursores del Modernismo en el Ecuador (Casa de la Cultura, Guayaquil, 1965), señalaba lo siguiente con respecto a aquella revista: “Desde el primer número nos acompañó Medardo Ángel Silva, como jefe de Redacción, incorporado, ‘par inter pares’. Entonces pudimos apreciar el genio de aquel muchacho extraordinario. De haber querido, hubiera podido ser el poeta de América. Porque nunca habíamos visto mayor facilidad en producir, ni más agilidad mental para adaptarse a cualquier género de literatura y hacer bellos ‘pastiches’ que podían tomarse como modelos de los maestros de las Letras”. No lo dice expresamente Falconí Villagómez, pero está claro que para él –como también para Gonzalo Zaldumbide–  Medardo Ángel Silva bien habría podido convertirse o superar a un Rubén Darío. Claro está, si tan solo hubiese querido vivir más.  Mas, como se sabe, Medardo Ángel tenía otros planes; su enamoramiento con la muerte le fue imposible resistir.