Nunca fui buena para seguir instrucciones ni recetas, pero igual terminé en la dedicatoria de los cuatro libros de cocina de Gino Molinari solo por amor, que de eso sí sé. Y es que él se dejaba amar, algo que no muchos permitimos en nuestra vida. Le gustaba alimentar cuerpos y espíritus. Provocaba amarlo. Dejó tomos enteros de recetas para el alma. Parecía siempre estar en campaña, saludando a todos, postulándose para algún cargo, el mejor de todos, el de ser de bien.