Nunca antes, en un torneo de Grand Slam, una tenista número 73 del mundo, con apenas 18 años, había sido capaz de alcanzar la final después de haber dejado en el camino a tres de las Top 10 y a dos campeonas como lo hizo la adolescente canadiense Leylah Fernández, que a pesar de perder el partido por el título del Abierto de Estados Unidos (US Open), se fue de Flushing Meadows como la campeona moral indiscutible.