Boris Becker fue condenado a pasar dos años y medio en la cárcel por una quiebra fraudulenta. Una pena que le llevó a internar en una de las prisiones menos deseadas de toda Inglaterra, la de HMP Wandsworth, que es un edificio de 170 años de antigüedad y donde es habitual encontrarse con ratas, drogas y violencia incesante, incluyendo una superpoblación, pues habitan el lugar más de 1.300 reclusos.