Washington Muñoz (26 de junio de 1944), crack hasta por estampa, es uno de los más notables representantes de la esencia del más puro barcelonismo. Lo del célebre Chanfle por Barcelona SC fue amor verdadero porque durante 16 temporadas de formidable carrera profesional siempre jugó con un espíritu amateur inquebrantable. Esa es una de las razones por las que el guayaquileño se convirtió en símbolo y alma del club de Astillero.
Y también es una leyenda casi sobrenatural. Con un ademán aparentemente insignificante, Wacho Muñoz fue capaz de hacer lo que solo un terremoto podría: que el viejo estadio Modelo temblara hasta sus cimientos. En su época de futbolista no existía el Instituto Geofísico de la Escuela Politécnica Nacional y nunca se sabrá cuántos grados en la escala de Richter alcanzaron los remezones que provocó el goleador cada vez que con las manos acomodó una pelota antes de ejecutar un tiro libre.
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Anticipadamente, ese simple gesto causaba gritos frenéticos de gol y enloquecidos saltos del público amarillo. Y de inmediato, movimientos oscilatorios y trepidatorios en el escenario de la avenida de las Américas. Intuían los aficionados que ese ritual era el preámbulo del disparo criminal que saldría del pie derecho de Muñoz. En cuestión de segundos, en el aire el balón haría un asombroso chanfle y al diablo la lógica y las leyes de la física.
¿Más razones que convaliden la trascendencia de Washington Muñoz en la historia canaria? Es miembro de un muy reducido y exclusivo grupo de futbolistas que ayudaron a consolidar la popularidad de Barcelona SC porque fue protagonista de hazañas, autor de centenar de goles, responsable de títulos, actor de jornadas épicas, superhéroe en partidos memorables contra rivales poderosos, demostró una bravura indómita y liderazgo a toda prueba.
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El Chanfle Muñoz fue abanderado de todo aquello entre 1962 y 1977, cuando era infaltable en las alineaciones de la escuadra torera. También cuando se sentó en el banquillo, como entrenador principal, o como desinteresado interino llamado de urgencia para apagar un incendio.
Muñoz le dio todo lo que humanamente pudo a su amado club. Fue clave en la obtención de tres coronas del torneo profesional de la Asociación de Fútbol del Guayas (1963, 1965, 1967), en cuatro del campeonato nacional (1963, 1966, 1970, 1971), y en las dos primeras clasificaciones de un equipo de Ecuador a las semifinales de la Copa Libertadores (1971 y 1972). Marcó 101 goles en 356 duelos oficiales. Con su glorioso nombre fue bautizado el edificio este de suites del estadio Monumental.
Sin embargo, el barcelonismo a ultranza de Washington Muñoz increíblemente lo hace pensar que tiene cuentas pendientes con el amor de su vida. Lo dijo en una conversación con EL UNIVERSO, en la que además trató de explicar lo inexplicable: la comba de su tiro salvaje; contó la anécdota del arquero que lo hizo enojar y cómo lo castigó, recordó algunos de sus goles antológicos, y también lamentó los que no pudo anotar.
¿De todos los golazos de chanfle que hizo cuál recuerda más?
Recuerdo muchos goles. Todos fueron importantes y tuvieron algún significado especial. Sin embargo, indudablemente el más hermoso es el que marqué contra Benfica, de Portugal; fue desde unos 35 metros. Salió un tiro sesgado y la pelota entró por el otro palo del arquero José Henrique. Ese gol tuvo un enorme valor para mí, por la trascendencia del rival en aquel amistoso internacional. Ese Benfica se presentó en el estadio Modelo (20 de agosto de 1967) con la delantera que le dio a Portugal el tercer lugar en el Mundial 1966: José Augusto, Torres, Eusebio y Simoes; también vinieron los volantes Jaime Graça y Mario Coluna. Ese gol me llenó de orgullo (el segundo de Barcelona SC, a los 28 minutos. “Un extraordinario remate de chanfle”, reseñó Diario EL UNIVERSO).
Después de ese gol de chanfle que le metió a Benfica, el gran Eusebio respondió con un doblete.
Yo celebré mi gol corriendo sin parar, pero me di cuenta de que Eusebio me perseguía. La verdad, imaginé que lo hacía para agredirme o alguna cosa parecida. Para mi sorpresa, al alcanzarme lo que hizo la estrella de Portugal fue abrazarme. Me dijo que él, que había sido el goleador de la Copa del Mundo de Inglaterra 1966 (nueve tantos), no había hecho un gol como el que yo acababa de meterle al Benfica. Eso no lo cuento por vanidoso ni por mentir: sucedió. El gesto de Eusebio me hizo más fuerte porque entendí que yo tenía muchas cosas para brindarle al fútbol.
¿Quién le enseñó a patear con ese efecto de chanfle? He leído que muchas veces los arqueros veían la pelota y que solo se daban cuenta cuando ya estaba dentro del arco.
Creo que yo nací con ese don y cuando fui consciente de que lo tenía, lo perfeccioné. Cuando jugaba índor en la calle, o cuando era futbolista amateur, todo el mundo se asombraba de mi forma de pegarle al balón. Lo hacía con el borde externo del pie derecho. Esa era una virtud porque era complicado golpear así a la pelota. Pero además, después en Barcelona SC tuve compañeros, principalmente brasileños, que le pegaban de una forma esplendorosa al balón, como Nivaldo (jugó en 1964). Me gustó cómo lo hacía; lo miraba y lo estudiaba. Nivaldo metía goles con cualquier tipo de postura corporal. Yo quería aprender eso y me quedaba practicando dos horas diarias, después de los entrenamientos. El aprendizaje y el perfeccionamiento del disparo con chanfle beneficiaron mi carrera profesional.
¿Nivaldo le enseñó a patear con chanfle?
Algunos han interpretado mal las cosas cuando he dicho que aprendí viendo a Nivaldo. Creen que el brasileño me enseñó a mí, pero no es así. Yo aprendí viéndolo a él. Habría sido fantástico que Nivaldo me hubiera acogido como su alumno, pero yo lo observaba y practicaba dos horas al día y hacía lo que él había realizado. Yo tenía la cualidad de pegarle bien al balón y quería aprovecharlo, por mi bien y el de Barcelona SC. Si era goleador, tenía que hacer goles. ¿Cómo se anotan goles? Solo pateando al arco y para conseguirlo hay que saber golpear el balón. Entonces, tenía que practicar bastante.
Usted destaca su gol de chanfle al Benfica de Portugal, pero muchos aseguran que el mejor fue el que le metió a Miguel Ángel Santoro, de Independiente de Avellaneda, en el Modelo, en semifinales de la Copa Libertadores de 1972. ¿Es cierto que en el estadio se empezó a gritar gol desde que usted acomodaba la pelota para cobrar el tiro libre?
Mi responsabilidad era hacer goles para Barcelona SC y también con la Selección, cuando jugaba por Ecuador. En mi familia me inculcaron que hay que ser responsable en absolutamente todo lo que uno hace. De ese gol, lo que más recuerdo es la euforia de la gente que estaba en el Modelo. Yo acomodé la pelota en el terreno y esta comenzó a saltar, la volví a acomodar y otra vez salía de su lugar. Creí que había temblor, ¡pero era el público que se movía como loco y gritaba porque yo iba a cobrar un tiro libre! Ese griterío me llenó de fortaleza anímica, de valor. Me dije: ‘Tengo que hacer este gol’. Realmente pensé: ‘¡yo a Santoro lo mato, a este arquero lo mato!’.
Antes del partido Santoro le dio razones para que usted quisiera ‘matarlo’ con un gol de chanfle. ¿Es real?
Con él compartimos una entrevista con Manuel Chicken Palacios en el programa Cocktail deportivo, por radio Cristal, un día antes del juego; el otro invitado era José Pastoriza, volante de Independiente de Avellaneda. Chicken, muy en su estilo, le puso picante a la entrevista. Le dijo al portero argentino: “Este chico que está aquí se llama Washington Muñoz y tiene un disparo que no han podido descifrar varios de los mejores arqueros de Sudamérica’. Pepe Santoro respondió que seguramente yo no pateaba los tiros libres como Pastoriza, que estaba sentado a su lado. Chicken Palacios, que era muy astuto, se volteó hacia mí y me dijo: “Wacho, Santoro no te conoce, ¿qué le puedes responder?”. Me molestó lo dicho por Santoro, me picó el orgullo, y enojado contesté que hablaría en la cancha. Chicken mencionó algo como “pero Wacho, mira...”. Yo lo interrumpí: Don Manuel, yo hablo en la cancha.
¿Y qué pasó en la cancha entre usted y Santoro?
Mientras yo pensaba ‘a este lo mato’, empecé a hacer algo que normalmente no hacía: alejarme del balón para tomar velocidad, y cogí mucha. Me salió un disparo fortísimo, con una curva brutal, y la pelota le pasó a Santoro por la oreja. ¡Nunca vio el balón! Solo supo que hubo un tiro libre por la ráfaga que le pasó por la oreja. Ese fue un gol que hice con coraje. Corrí a sacar la pelota del arco de Independiente y aproveché para devolverle a Santoro su ‘cortesía’. Le grité: “¡Yo soy tu padre!”. Él intentó agarrarme, pero sus compañeros lo detuvieron. Esa es la anécdota de ese gol de 1972, uno de los mejores que anoté.
¿No era una carga pesada sentirse responsable de hacer los goles del Barcelona SC?
Es que perfeccioné tanto mi tiro con chanfle que asumí que era una responsabilidad mía que Barcelona SC consiguiera buenos resultados. Yo tenía que hacer goles para que eso sucediera. Luego, la afición creyó lo mismo: que yo debía hacer sí o sí goles, porque para eso estaba. Si transcurrían quince días sin que metiera un gol la gente decía que yo ya estaba viejo, y no tenía ni 30 años. Para los fanáticos, tenía que ser gol si yo pedía la pelota para cobrar un tiro libre. Pero no fue una carga; al contrario, fue algo positivo. Me dieron una responsabilidad mayor y tuve la certeza de lo que yo era para ellos y la verdad, me gustaba.
¿Qué representa para usted que su club esté por cumplir un siglo de vida, el 1 de mayo de 1925?
Espero que Dios me dé vida para estar en la celebración de los 100 años. Así no me inviten estaré en la reunión que organicen. Para mí, el primer siglo de Barcelona SC es algo inconmensurable. Tengo 80 años, que son muchos, pero sigo ligado al club porque soy profesor en las formativas y eso representa bastante para mí. Barcelona SC es mi vida. Me ha dado todo y mi familia se siente muy muy identificada con el club.
¿Por qué cree que a usted, un símbolo de Barcelona SC, que no lo invitarán a los festejos por los 100 años de fundación, en el 2025?
Porque uno no sabe cómo piensa un dirigente; tal vez se trate de una persona que no conoce la historia. Por Barcelona han pasado directivos que no conocen la historia del club, pero no los voy a nombrar. Entonces, puede suceder que alguno no me conozca. Pero estaré en todo lo que organicen por los 100 años, porque mi corazón siempre estará con Barcelona, que me dio todo.
Usted también le dio mucho a Barcelona SC.
Sí, pero a veces pienso que yo quedé en deuda con el club porque creo que debí haber anotado muchos más goles. Erré muchos tiros con chanfle y por eso digo que en ese sentido siento que le fallé a Barcelona SC; pude haber hecho algo más por los fanáticos. Pero soy un hombre privilegiado y orgulloso de la formación que me dieron mis padres; me enseñaron cómo comportarme. Donde voy siempre he tenido suerte y la bendición de Dios. Me estiman, me quieren, y me admiran por lo que hice en Barcelona SC. (D)