El fútbol es un mundo de supersticiones, esas creencias extrañas que cuanto más se acerca la gloria más aparecen llegando incluso hasta puntos irracionales. Así se han creado dogmas como ver a los deportistas prácticamente ni mirar los trofeos (ni, por supuesto, tocarlos) antes de empezar las finales o el dedo vendado de Karim Benzema. Por supuesto, la final del Mundial entre Argentina y Francia no iba a ser ajeno a todas estas manías.