De muy pequeña, Fernanda Vásconez parecía tener el camino trazado: triunfar en la gimnasia rítmica. Acudía al centro de alto rendimiento de Pichincha, a cargo de una entrenadora de nivel mundial, había ganado campeonatos nacionales y sus padres le habían planteado que estudie becada en Estados Unidos para que siga compitiendo, pues ya tenía varias propuestas de ese país.