Hay una tesis que trata de ser impuesta como verdad irrebatible, pero no tiene ningún tipo de sustento: que Ecuador pudo clasificar, por fin -tras fracasar en todos sus intentos en el siglo XX- a un Mundial de la FIFA (Japón-Corea del Sur 2002) porque los seleccionados nacionales adquirieron, de un momento a otro, algo que supuestamente antes no tenían, se afirma: personalidad.