Fue el reflejo de la felicidad el rostro de Ángel Di María, entre desencajado, excitado y emocionado cuando pasada la media hora de la final cruzó de primeras un balón recibido por Alex Mac Allister para superar por segunda vez a Hugo Lloris. Era el segundo. El gol que ensanchaba la renta argentina y que parecía acerca a la albiceleste a su tercera copa.