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¿Qué le pasó a Brasil...?

Juega feo y mal. Lleva 21 años sin ser campeón mundial y ganó una Copa América en los últimos 15. Hay ausencia de genios, salen menos talentos que antes.

Jugadores de Uruguay celebran un gol en un partido de las Eliminatorias Sudamericanas para la Copa Mundial de Fútbol 2026 ante Brasil. Foto: EFE

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Raro comienzo de Eliminatoria. Pese a que clasifican 6 y medio, hay pocos contentos. Paraguay cesó a su técnico tras el segundo partido, Bolivia tras el cuarto, Perú y Chile están esperando poder echarlos y poner uno nuevo, en Ecuador hay ácidas críticas al entrenador catalán Félix Sánchez (“La selección no juega a nada”, dicen unánimemente los medios de la Mitad del Mundo). Gran parte del Uruguay estaba con cara larga por tener un entrenador argentino, algo inaceptable en ese país. Sobre todo, muchos estrategas charrúas, despechados por no ser elegidos para el cargo en la Celeste, criticaron abiertamente a Bielsa; también cantidades de hinchas porque no convocó a Suárez y Cavani, pero ya están apareciendo los cartelitos con la leyenda “Gracias, Marcelo”.

Y el triunfazo sobre Brasil 2 a 0 sepultó las quejas. “Bielsa nos está tapando la boca a todos los que pensábamos lo contrario, hay que asumirlo”, declaró el Chengue Morales, aquel 9 moreno y grandote que fue artífice de la vuelta de Uruguay a los Mundiales en 2002. Bielsa archivó al Uruguay raspador, replegado y contragolpeador, esta es una versión joven, veloz y ofensiva. Más moderna, sin discusión.

A la distancia, se advierte en Colombia una sensación curiosa en derredor de su equipo nacional, de entre frialdad, conformismo e incredulidad. Sin embargo, pese a no tener materia prima de alto nivel, Lorenzo le está dando un funcionamiento. Llega mucho y le convierten pocos goles, no está mal. No anota más por esa animosidad existente entre el futbolista colombiano y el gol. Pero la selección va bien. Si en apenas cuatro partidos ya reunió 6 puntos, se supone que en 18 llegue tranquilamente a 23, con eso se clasifica. Y conste que mereció más ante Uruguay y Ecuador. Pero nadie descorcha champán todavía.

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Venezuela sí, es una Disneylandia futbolera. Le sobran jugadores “de fútbol”, y cuando decimos “de fútbol” todos entienden: saben con la pelota, tocan bien, tienen técnica, habilidad. Y arriba, tres goleadores: Salomón Rondón (41 goles internacionales), Josef Martínez (14) y, por si falta uno de ellos, Eric Ramírez está en la recámara. Eric brilla en Nacional de Medellín. Atrás, dos columnas: Yordan Osorio y Wilker Ángel. Y el Bocha Batista, un DT que los manda a jugar. Venezuela sí es futbolísticamente feliz. El 3-0 a Chile le dio más valor al empate en Brasil.

Argentina deslumbra en cada presentación, por su juego lujoso, pero sobre todo aceitadísimo. Y en equipo. Es una orquesta de cámara con un director fantástico. Tic, tac, pim, pum, pam… Si marca un gol agarra la bola y no la larga más. Y el rival deambula por el campo sin certeza de qué hacer frente a un bloque casi perfecto que toca el balón con precisión y lo circula para desequilibrar mentalmente a sus marcadores. Y es muy complicado hacerle goles. Es una obra maestra de Lionel Scaloni que ha superado larguísimamente a Menotti, Bilardo, Basile, Bielsa… Nunca Argentina jugó así. Y el hincha está feliz porque, aunque los resultadistas quieran convencernos de lo contrario, ganar produce alegría, jugar bien genera orgullo.

El gran tema de esta Eliminatoria es Brasil. Juega feo y mal. Viene de arrastre. Lleva 21 años sin ser campeón mundial -redondeará 24 en 2026- y ganó una Copa América en los últimos 15 (en un lapso casi idéntico, entre 1989 y 2007, había conquistado cinco). Venezuela le empató tres veces como visitante, dos por Eliminatoria. Uruguay le ganó después de 22 años. Algo está sucediendo. ¿Qué es…? Se ha llenado de jugadores “normales”.

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Antes estaban los monstruos sagrados, los Pelé, Garrincha, Gerson, Zico, Falcão, Romario, que definían cualquier partido, por complicado que fuera. Ya no hay más de esos. El que pudo ser en este tiempo, Neymar, no lo ha concretado todavía. Vinicius podría convertirse en uno de aquellos, aunque los traiciona el temperamento: muchos son fiesteros o irritables. Incluso aquellos cracks que podríamos ubicar como de nivel B -Bebeto, Careca, Luis Pereira, Dirceu- eran de un nivel superlativo. En el término de cincuenta años, en la Verdeamarilla el puesto de lateral izquierdo estuvo ocupado por el sensacional Francisco Marinho (un espectáculo viéndolo escalar por su punta en todas las acciones), Junior, Branco, Roberto Carlos, Marcelo… Hoy juega Renan Lodi. En la otra punta sucede lo mismo: de Carlos Alberto, Nelinho, Josimar, Cafú, Dani Alves se pasó al actual Danilo. Lo mismo acontece en cada lugar del campo.

Para Marco Condez, analista de Globoesporte, “La selección necesita adquirir un patrón de juego. El esquema de Diniz no es sencillo y para ser bien ejecutado requiere mucho entrenamiento, adaptación y compenetración entre los deportistas. Pero, al tratarse del cuarto partido (ante Uruguay), había gran expectativa por la evolución táctica y la presentación de algunos movimientos ya automatizados, sobre todo por la madurez y calidad del plantel”. El problema, agrega Condez, es que el estilo de Diniz no tiene ninguna similitud con el anterior de Tite, y tampoco con el de Ancelotti, a quien se espera para junio próximo. Por eso pone en duda el acierto en la elección.

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Sin embargo, el problema no sólo es coyuntural, sino más de fondo. Celso Unzelte, autor de diversos libros de fútbol, ve lo mismo que nosotros: “Faltan los monstruos que siempre tuvimos, que fueron muchos y estaban juntos. Neymar juega solo. Hasta Pelé estuvo rodeado de fenómenos en toda su carrera, de Rivelino, Gerson, Tostão, Jairzinho, Garrincha, Didí, Nilton Santos, Djalma Santos… Hoy Brasil es futbolísticamente como los demás, con jugadores solamente buenos, con un agregado: como siempre teníamos a los monstruos, hasta en los peores momentos salíamos adelante, bastaba buscar a alguno de ellos y resolvían. Fue así siempre. Hasta en la Copa de 2002 estaban Rivaldo, Ronaldo, Ronaldinho, Kaká…”

La ausencia de genios derivó en otro problema, dice Celso: “Justamente porque siempre tuvimos las grandes individualidades hemos despreciado el estudio del juego, las tácticas, que hoy son tan importantes. Estamos atrasados en esto. Basta mirar la crisis que tenemos de entrenadores. No son técnicos importantes en el mercado internacional, a diferencia de los argentinos y portugueses. Por eso nuestros clubes buscan directores de esos países. Fueron décadas menospreciando el aspecto táctico y privilegiando la individualidad.

Y ahora no tenemos esa individualidad y nos vemos en problemas en medio de un fútbol moderno, más físico, con menos espacios. Hay cuestionamientos a Fernando Diniz, en mi opinión un hombre de ideas, que intenta hacer algo diferente, pero está solo. Más que preguntar por qué ya no tenemos monstruos habría que preguntar por qué antes surgían tantos en Brasil y no en otros países, aquello no era normal”.

Entonces, ¿por qué salen menos talentos que en tiempos pasados…? Existe una tendencia de formar para vender, y vender cada vez más temprano. Endrick, el joven maravilla del Palmeiras, fue transferido al Real Madrid a los 16 años en 70 millones de euros. Apenas cumpla los 18 partirá. Eso se busca, no que el joven se asiente y se consolide en Brasil antes de emigrar. Endrick todavía no rompió el cascarón y ya es millonario. Se prioriza lo económico sobre lo deportivo. No es bueno.

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La clasificación brasileña al Mundial 2026 no corre peligro, sigue siendo una potencia, es tercero en el ránking mundial, pero en una buena tarde -como la tuvo Uruguay- se le puede ganar, ya no parece imposible. (O)

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