Neymar miraba hacia la nada, a un punto inexistente, la vista fija, vidriosa, inquiriéndole al destino: ¿por qué…? ¿por qué a nosotros…? No podía ser cierto, eso no estaba pasando. ¿Eliminados en cuartos de final…? ¿Cómo…? No es posible, si somos el jogo bonito, hay que hablar con la FIFA… Si Brasil estaba para campeón… Ya era campeón en las apuestas, en las predicciones de las pitonisas, en los severos análisis de los periodistas, o sea de nosotros, que sabemos que en fútbol dos más dos son siete, pero insistimos en dar pronósticos. Porque si hay algo que ama el periodista es la previa. “Hacete una previa de Boca-River…” Y el cronista se larga, presuntuoso, y después de media hora de cátedra concluye en que no ve cómo Boca podría ganarle a River. Por supuesto, después gana Boca y el periodista no se desdice en absoluto, y la previa se va al canasto, pero no importa, mañana hará otra previa con el mismo entusiasmo, destilando sabiduría, feliz de la vida.