Cuando inicié mi carrera en el periodismo, hace 60 años, mi maestro vicentino Miguel Roque Salcedo me dio uno de los tantos consejos que han guiado mi camino: “Si quieres ser buen periodista, debes tener una sólida cultura general y una gran cultura deportiva”.
Lo primero lo aprendí en casa a través de la lectura, una de las aficiones inculcadas por mi padre; de la formación en mi escuela fiscal, la número 26, John D. Rockefeller, en épocas de apostolado educativo; y en el Vicente Rocafuerte, cuando el colegio aún refulgía su gloria; y en la Universidad de Guayaquil, cuando un profesor debía ser un jurista de gran prestigio y honorabilidad.
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Lo segundo, la cultura deportiva, la adquirí por la práctica activa del deporte, por las páginas deportivas de los diarios y por la revista argentina El Gráfico, una biblia del deporte mundial con periodistas que, como Ricardo Lorenzo (Borocotó), Félix Daniel Frascara, Emilio Lafferranderie (el Veco), Oswaldo Ardizzone, Julio César Pasquato (Juvenal) y otros más, inauguraron una literatura del deporte. Una nota de ellos acerca de un partido de fútbol, un juego de tenis o una carrera de autos se leía como un cuento o una novela corta del mejor de los escritores de aquellos tiempos.
La investigación de la historia del deporte guayaquileño me llevó a los viejos diarios y revistas y al descubrimiento de la riqueza literaria de nuestros primeros periodistas deportivos. Manuel Benjamín Carrión, uno de nuestros más célebres escritores, fue gran maestro de ajedrez y como corresponsal de El Telégrafo le tocó reportar la disputa del Escudo Cambrian jugado en nuestra ciudad. Sus notas sobre Luis Cabeza Mágica Garzón y sobre Galo Plaza Lasso, centromedio del Gladiador quiteño, son un deleite.
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Francisco Rodríguez Garzón, doctor en química y farmacia, fue primero ajedrecista y levantador de pesas, para transformarse luego en el periodista más influyente de las décadas de los años 20 y 30. En 1923 inauguró las páginas deportivas de los periódicos con ‘Deportes y deportistas’, que aparecía los jueves en El Telégrafo. Rodrigo Chávez González, escritor e historiador, fue el primer director de la sección deportiva de Diario EL UNIVERSO, desde su aparición en septiembre de 1921.
Para ser periodista del deporte había que poseer un alto nivel intelectual. Todavía no había nacido aún la radio en Ecuador; por tanto, era imprescindible saber escribir como Rodríguez Garzón o Chávez González. Y sigo citando ejemplos. Manuel Eduardo Castillo, poeta modernista desde los 16 años, fundó El Telégrafo Literario, publicación que revolucionó la literatura nacional.
En los años 20 incursionó en el periodismo deportivo en El Telégrafo con su columna titulada ‘Sportfolio’, que firmaba como Un Aficionado. Contemporáneamente, su hermano Abel Romeo hacía lo mismo firmando como Caballero de Monocle. Ambos marcaron una época maravillosa, especialmente con sus columnas sobre la Hazaña de Lima de Los Cuatro Mosqueteros del Guayas, en 1938. Abel Romeo Castillo produjo, además, hermosos poemas sobre Carlos Luis Gilbert, Juvenal Sáenz, Pancho Segura, Electra Ballén —a la que bautizó como la Sirena del Guayas— y Fanny Díaz Becerra —a quien nombraba como la Sirena de los Aljibes—.
Más adelante en el tiempo aparecieron Miguel Roque Salcedo y Ralph del Campo Cornwall, dos periodistas de gran acervo cultural. Ralph escribió dos artículos antológicos: ‘Ecuador campeón, crónica sintética casi novelada’, sobre los Mosqueteros (1938), y ‘Un morocho en busca del tío Sam’ (1940), con motivo del viaje de Pancho Segura a los Estados Unidos.
De don Miguel conservo dos artículos magistrales, de los cientos que redactó: ‘Si alguna vez se escribe la historia del fútbol en el Ecuador’ y ‘Norteamérica: de La Concordia al Capwell’, ambas publicadas en EL UNIVERSO, la segunda como homenaje a la victoria de los nortinos por 3-1 ante el famoso y poderoso Racing de Avellaneda.
Manuel Chicken Palacios, el más grande periodista radial de nuestra historia, empezó su trabajo en las páginas de El Telégrafo, luego de una excelente carrera como basquetbolista, nadador y waterpolista en la LDE. En 1956 inauguró su Cocktail deportivo, el más grande fenómeno de la radio ecuatoriana en todos los tiempos. Su programa del mediodía en radio Cristal copaba totalmente la sintonía.
Uno caminaba por las calles de Guayaquil y no perdía una palabra del comentario de Chicken: no había un sitio en el que no estuviera sintonizado su programa. No era un periodismo de tácticas, sino un comentario lleno de humanismo que llegó al alma del pueblo. Nadie que lo oyó podrá olvidarlo, y para mí fue un maestro. Fue uno de los pioneros de la televisión deportiva y escribió en EL UNIVERSO y en otros diarios de la ciudad.
Miguel Machuca, quien escribía en EL UNIVERSO como Mickey Mouse, se fue a Estados Unidos a inicios de la década de los 40 y tanto destacó que hoy se lo considera el pionero de los programas deportivos de televisión en Nueva York. Luis Alcívar Elizalde, doble campeón y recordista sudamericano de natación, fue después periodista de una famosa cadena televisiva en la que entrevistó a célebres deportistas, como Johnny Weissmuller, Pancho Segura, Jesse Owens y a políticos como el presidente Harry Truman, aparte de ser presentador de los espacios informativos sobre la II Guerra Mundial en La Voz de las Américas.
Ralph del Campo fue contratado como consultor en Londres de la BBC, y así la lista es larga. Los citados más Guillermo Valencia León (recién fallecido), Ricardo Chacón, Pancho Doylet, Jaime Rodríguez, Víctor Caballito Zevallos, Arístides Castro, Augusto Jijí Barreiro y Otón Chávez eran apasionados por el periodismo, amaban esta actividad y, por eso, escribían y hablaban de deportes. “Me gustaba el fútbol, y por eso me hice periodista”, dijo hace poco un jovencito de esos que han inundado radios y canales de televisión del país. Debió ser al revés: me gusta el periodismo y decidí empezar en el deporte.
Lo penoso es que la mayoría de ellos cree que la cultura es un estorbo, el intelecto es desperdicio y los libros una bazofia que hay que mantener lejos o lanzarla a la basura. Están convencidos de que el fútbol es lo único importante en toda la vida planetaria, y los sistemas y las tácticas lo que más interesa a la humanidad. Por ello, si se los saca de lo que ocurre en el césped, quedan desnudos, en estado de analfabetismo intelectual.
Uno de ellos confesó al director de su programa que de historia del Ecuador no sabía nada. Dijo: “Mi cuerpo está en Guayaquil, pero mi mente está en Argentina”, y agregó ufano: “No leo libros porque esta es la la época de la inmediatez y ya no se puede”.
Solo se habla de táctica y estrategia porque ello permite ocultar negociados, abusos, trampas que acechan al fútbol. Y, además, encubre el vasallaje de un periodismo servicial ‘puertas adentro’ hacia dirigentes, empresarios, técnicos y otros especímenes.
Lo que no se advierte, hasta hoy, es la responsabilidad de ciertos medios en el veneno que siembran en las redes sociales que siguen a estos ‘periodistas’, que son aplaudidos por quienes, por coincidencia, son seguidores de Bad Bunny. (O)