Hubo un tiempo, cada vez más lejano, en que los periodistas del deporte sabían escribir, poseían un alto nivel de cultura, opinaban con conocimiento de los temas deportivos, eran lectores consumados y conservaban en sus casas nutridas bibliotecas. Hablo con pena de esa época que se fue, aunque hoy superviven algunos jóvenes con inteligencia para encargarles una entrevista, un reportaje, una investigación o una crónica. Son muy pocos, pero afortunadamente nuestro periodismo los tiene. Los demás se refugian en las estaciones de radio, en algún canal desprevenido o en su propia emisión a través de YouTube.