El patanesco zaguero alemán Antonio Rudiger salta y pisa intencionalmente el estómago del magnífico lateral inglés Myles Lewis-Skelly, del Arsenal, que, obviamente, se retuerce. Es roja directa, rojísima, pero el severo árbitro Letexier le aplica tarjeta amarillita, casi lo palmea pidiéndole disculpas. Rudiger es protagonista de otras acciones superagresivas, reñidas con el juego limpio (hasta con el sucio…). Pero hay que cuidar la crítica porque él juega en el club del señorío, el de Pepe, Sergio Ramos, Carvajal (los dos Carvajales, el portugués también), Xabi Alonso, Casemiro, ahora Asencio, antes Michel Salgado, Hierro y tantos del pasado.
“Pudo haber sido casual”, miente el relator de la televisión. “Bueno, en fin… tal vez trató de esquivarlo y no pudo”, disimula su compañero comentarista. En televisión hay que suavizar la crítica hasta disolverla y si es posible que no quede ni una gota, que se vaya por la rejilla y pasar a la jugada siguiente.
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Las cadenas de TV cuidan su producto. Tienen una consigna: “Vendemos partidos como otros venden zapatos, café o automóviles”. Los “vendedores” no pueden apartarse de ese lineamiento. De modo que hay que hablar siempre bien. Además, no sea cosa que les corten los derechos y se queden con la estantería vacía. “La opinión, la crítica y los cuestionamientos no existen en los canales dueños de los derechos de torneos”, puntualiza Ricardo Vasconcellos Figueroa. Si no se los quitan, agregamos.
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¿Y dónde queda entonces el periodismo…?, preguntamos. “¿Qué tiene que ver la televisión con el periodismo…?”, me responden. Cierto, lo había olvidado. El periodista independiente camina en puntas de pie por un precipicio. Si dice la verdad, o lo que vio, se le enojan todos. El futbolista no le da entrevistas, el técnico trata de humillarlo en las ruedas de prensa, el dirigente lo declara enemigo y hasta el hincha lo fustiga. Todos se ofenden. El público quiere la opinión a medida, como quien va a una sastrería y elige la tela, el color, el modelo y se hace hacer un traje exclusivo.
Cada uno exige que el periodista le escriba lo que le apetece. Caso contrario entra en Twitter (me niego a llamarlo por el espantoso apelativo de X) y libera toda su agresividad, su ira, su malhumor y su mala educación. Si no está de acuerdo, te agreden. Las redes cambiaron la forma de vivir. Pero son muy democráticas, pusieron el agravio y la descalificación al alcance de todos.
Y desde el anonimato. El hincha del Real Madrid es, quizás, la punta de este iceberg. No le alcanza con que le den penales que no son, además exige que no se diga. De lo contrario, se enfada. El madridismo siempre está enfadao. Seamos honestos, esto del Madrid podemos decirlo porque vivimos lejos, caso contrario duraríamos veinticuatro horas en el puesto de columnistas.
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Luego deberíamos crearnos un canal de YouTube y luchar durante años para que alguien nos vea. Pero no es apenas el Madrid, no seamos injustos. Hay una hipersensibilidad manifiesta en todos los ámbitos.
En las redes no hay que tener conocimiento, hay que tener seguidores, es lo que vale. Existe, también, un chiringuismo que tiene un éxito extraordinario. Unos señores recalcitrantes con camiseta de los clubes, que dicen ser periodistas y gritan, se enciman, discuten hasta el límite de la confrontación. Ellos dicen lo que está bien y lo que está mal. Son matices de lo que está sucediendo en la profesión.
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Días pasados, el presidente de la Confederación Brasileña de Fútbol, Ednaldo Rodrigues, fue reelecto por cinco años. Pese a las denuncias en su contra, lo votaron por aclamación los titulares de las 27 federaciones estaduales de Brasil y la totalidad de los clubes de Primera A y B. Ednaldo no tuvo contrincantes en la votación.
En verdad, no hay elecciones verdaderas en la CBF desde 1989, siempre un solo candidato. Una investigación de la revista Piauí señala que la CBF -o sea, Rodrigues- aumentó de 50.000 a 215.000 reales mensuales -36.795 dólares- a cada uno de esos 27 presidentes su salario o viático simbólico, simplemente por ser parte del fútbol brasileño.
Un sueldo solo por existir. Ronaldo Nazario intentaba postularse al cargo máximo de la CBF, pero chocó con un muro de acero: “Ninguno de los 27 presidentes estaduales quiso recibirme para que pudiera exponerles mi programa de gobierno”, explicó O Fenómeno. Ni verlo.
Entre otras muchas revelaciones, Piauí detalló también que la CBF de Ednaldo llevó 49 invitados vip al Mundial de Qatar con pasaje, estadía, entradas y viáticos incluidos que le costaron a 514.000 dólares a la entidad. Seis jornalistas de la cadena ESPN expusieron el artículo de Piauí en el programa Línea de pase y fueron suspendidos por el canal, además de recibir una reprimenda de la CBF a través de un comunicado. El mensaje es claro: cuida lo que dices o te vas. Así navega el fútbol brasileño. Y así navega el periodismo, en aguas turbulentas.
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Ednaldo fue moderado. Otros presidentes de federaciones llenan aviones con invitados a los mundiales. Invitados que son empresarios, diputados, jueces, los cuales les son muy útiles en adelante. Otros utilizan a sus selecciones para acuerdos personales muy convenientes. Y en los clubes, así estén fundidos, se matan por llegar a la presidencia.
Siempre hay un botín a mano. Una gran recaudación en un clásico, un joven crack que surja y deje un par de millones de dólares, los derechos de televisación… Un aventurero puede llegar a un club grande, prestigioso y ganador, destrozarlo, llenarlo de deudas y de derrotas y luego irse a casa tranquilamente sin rendir cuentas.
El fútbol es hermoso para la inescrupulosidad. El dinero en cantidades tan copiosas lo ha degenerado. Pero no hay que decir nada porque luego te quitan la publicidad en la radio, o llaman al director del medio para que te despidan o bien te incluyen en una lista negra en la que pasas a ser un paria. Ni te acreditan a los torneos. Peor, llaman a la FIFA para que no te acrediten, pero le dan una credencial a un amigo que vende seguros para que vaya a ver el Mundial gratis.
“¿No ves, gilito embanderado, que la razón la tiene el de más guita…? ¿Que la honradez la venden al contado y a la moral la dan por moneditas?”. Como todos los tangos de Discépolo, más tiempo pasa, más vigencia tienen.
No obstante, el fútbol sigue apasionándonos. Uno ve los partidos de la Champions, el 5-4 del Manchester United sobre el Olympique de Lyon, el Argentina 4 - Brasil 1, el Barcelona 4 - Celta de Vigo 3 y refresca su enamoramiento por este deporte precioso que es, sin duda, el espectáculo más grande del mundo. En ello, honor al futbolista en general, cuando entra al campo se olvida de las miserias circundantes y deja todo, vuelve a ser el niño que vivía para la pelota y nos regala estas joyas que alegran nuestros días. Y de eso se aprovechan. (O)