Hay ocho millones de historias en la ciudad desnuda; y hay decenas de leyendas en el fútbol relacionadas con sorteos y bolilleros. El reciente del Mundial las reactualizó. Uno de esos episodios recordables aconteció en 1975 en la Copa América, esa venerable anciana de 106 años que luce espléndida siempre y ha sido pionera de tantos advenimientos futbolísticos. Por primera vez la Copa dejó de disputarse en una sola sede, como había sido tradición desde 1916. Se pasó a jugar a partido y revancha en cada país y se conformaron tres grupos de tres equipos; el primero de cada uno pasaba a semifinales y allí se sumaba el último campeón. Esto redujo su repercusión, se perdía el encanto de reunir a todas las delegaciones durante un mes en un mismo sitio. Como paliativo, el hecho de que Argentina y Brasil integraran una misma zona al menos garantizaba un clásico y confería cierto interés. Adicionalmente, uno quedaría eliminado, lo que daba mayores posibilidades de llegar a la final a las selecciones denominadas chicas. Fue lo que sucedió: definieron el título Perú y Colombia.