La ceremonia previa fue imperial, con Pelé entrando al campo y dando un balonazo al cielo, las bandas de música, la coreografía de centenares de gimnastas, el colorido de las banderas y los fuegos artificiales. Toda la fanfarria dispuesta por la FIFA para dar marco a la instancia suprema del deporte en su conjunto: la final de la Copa Mundial de Fútbol. Y el gigantesco tazón abierto que es el Rose Bowl de Pasadena, en Los Ángeles, con 94.194 personas esperando un juego estelar. Unos preparativos fantásticos que no fueron correspondidos luego por el partido. En pleno mediodía y al rayo de un sol inclemente. Ahí estábamos, cocinándonos. Pelé, de impecable traje y zapatos blancos, subió enseguida a la tribuna y fue el comentarista de la Rede Globo junto al popular relator Galvão Bueno.