Las sorpresas son la pimienta de los mundiales: les dan gracia, los prestigian. Las ha habido siempre, en distinta escala: medias, grandes y colosales, por encima de las cuales solo podemos colocar el Maracanazo de la Copa del Mundo de 1950, para lo que no hay más palabra que esa, Maracanazo, y con ella pasó a la historia.