Días antes de la Navidad de 1962 a la ciudad de Tres Lomas, en la provincia de Buenos Aires, llegó al hogar de Mario Papa uno de los tantos amigos que le dio el balompié. Se trataba de Arnaldo Halphen, quien sabía que Papa combinaba la enseñanza a chicos durante la semana y el domingo jugaba fútbol. Pero Halphen también conocía que Papa se había graduado en la Asociación de Técnicos de Fútbol Argentino y le ofreció un contrato para viajar a Guayaquil para conducir al equipo Nueve de Octubre.