“Coutinho toca fondo”, tituló ayer miércoles el diario Sport, de Barcelona. Y desmenuzó: “El brasileño ha jugado un partido de titular y ha marcado un único gol en todo el 2023; desde la llegada de Emery (el DT) solo enlaza lesiones y suplencias”. Recapitulamos: el FC Barcelona se lo sacó a la brava al Liverpool pagando 160 millones de euros por él y el 6 de enero de 2018 lo presentó como un fichaje galáctico. Le hizo cinco años y medio de contrato, un contrato faraónico de 23 M€ por temporada. Coutinho contribuyó decisivamente a la transferencia: se negó a seguir entrenando para forzar su salida. Y al Liverpool no le quedó otra que negociarlo. Tan demencial erogación se justificó en que era “la máxima estrella de la Premier League”, algo que nunca observamos, siempre fue un futbolista correcto, de buena técnica y poco espíritu. Ya había estado en el Inter de Milán, su primer club en Europa, y luego de dos temporadas el club nerazzurro se lo quitó de encima dándolo a préstamo al Espanyol de Barcelona. Casi no juega en el Aston Villa pese a que recién está con 30 años, una edad perfecta para un profesional, sobre todo para un volante ofensivo encargado de crear juego, con menos desgaste que un centrocampista de marca. Su cotización actual es de 14 millones de euros.