Los técnicos de inferiores suelen decir que la habilidad es el 5 % de las condiciones para llegar a primera división y ser figura en el fútbol profesional. Lo demás es entrenamiento, disciplina, trabajo, constancia, voluntad, cuidado… y pasión. Sin pasión no hay posibilidades de éxito. En ningún orden de la vida, salvo en la lotería. Uno puede comprarse un billete desapasionadamente y ganar el primer premio. El jueves cumplió 31 años el colombiano Juan Fernando Quintero. Pocas veces se da un jugador tan lujoso, tan notablemente dotado, tan lleno de posibilidades. Trajo de cuna lo único que no se puede comprar ni aprender: la calidad. Una perla de esas se encuentra entre millones. Su pie izquierdo solo es comparable al de César Cueto, al de Maradona, al de Messi. Una delicia verlo llevar la bola como deslizándose sobre el césped con patines, superior en esa faceta a James Rodríguez, por si acaso. En elegancia, lo dobla. La técnica en el regate, en la pegada sutil, preciosa. Pero se le fue yendo la carrera a Juanfer —ya son quince años en primera división— y no alcanzó las metas mínimas que uno espera de un crack de esa dimensión.