Caliente, emotivo, intenso, cambiante, extenuante, plagado de incidencias y de figuras brillantes, con dos docenas de dramáticas situaciones de peligro y un gol in extremis al minuto 118. Digno del fútbol más bello del mundo. Así fue el duelo final de la Copa de la Liga inglesa. Y con un campeón merecido por su valentía: el Liverpool de Klopp. De esta versión liverpooliana no se puede decir simplemente Liverpool, es Liverpool de Klopp, un equipo de autor. Los Reds ganaron el primer título de la temporada pese a dar ventajas enormes. Venían de jugar el miércoles por la Premier mientras el Chelsea descansó toda la semana, pero mucho peor que eso, tuvieron diez bajas: el arquero Alisson, el lateral Alexander Arnold, el zaguero Matip, los medios Szoboslai, Thiago Alcántara, Curtis Jones, los atacantes Mohamed Salah, Diogo Jota, Darwin Núñez y, desde los 23 minutos de juego, Ryan Gravenverch por lesión en medio del partido. Demasiada contrariedad. Pero Klopp mandó al campo a un grupito de juveniles atrevidos que lo hicieron muy bien, sobre todo Harvey Elliott, Bobby Clark, Conor Bradley, Jayden Danns y James McConnel. No se metieron atrás, siguieron atacando con fe y entereza. Y se llevaron la victoria porque nunca renunciaron a ella, incluso pese a algunos fallos desfavorables del juez Chris Kavanagh.