La noche del 11 de abril anterior, la mayoría del país respiró aliviada. El resultado del proceso electoral supuso –supone aún– el fin de diez años de autoritarismo y depredación económica y moral, más cuatro años de inacción, errores continuos e improvisación en el manejo de los asuntos públicos. En los primeros diez años el deporte sufrió el embate del ansia desorbitada de controlar todas las formas de vida social e institucional, distorsión de la personalidad de los caudillos que Friedrich Nietzsche llamó “Voluntad de poderío” y describió como la ambición del tirano de lograr todos sus deseos, la demostración de fuerza que lo hace presentarse al mundo y estar en el lugar que siente que le corresponde.