Era un fútbol de pases, solo un jugador gambeteaba, había muy poca precisión en las maniobras, no era una costumbre salir jugando de atrás, se jugaba en exceso al pelotazo, se defendía considerablemente menos que ahora, había grandes espacios para moverse y las estrellas que teníamos como tales en nuestro imaginario no lo fueron, al menos no en ese partido. ¿De qué estamos hablando…? De la final del Mundial 66, que Inglaterra le ganó 4 a 2 a Alemania. La hermosura pasaba por otro lado, por la sencillez y la falta de especulación.