Al nordeste de París, en lo que los franceses llaman la banlieue (el suburbio), se encuentra la comuna de Colombes, bella y tranquila zona residencial a la que se llega con el Metro y luego en tren. En ese barrio de árboles y silencios se encuentra el Estadio Yves-du-Manoir, el viejo coliseo donde nació la gloria del fútbol sudamericano. Sobre ese césped centenario descubrió el mundo que, al otro lado del océano, en tierras de indios, había individuos que jugaban mucho a la pelota. No eran simples batebolas que corrían sin parar: se trataba de verdaderos artistas que maravillaban con su toque, su gracia, sus fintas, sus frenos y amagues. Eran los uruguayos rompiendo el cascarón del gran reconocimiento, dando vida a la llamada “La Ráfaga Olímpica”, que hilvanó París 1924 y Ámsterdam 1928.