“Uruguay es tan chico que para tirar un córner te tenés que ir a otro país”, decía Marcos Lubelski, empresario futbolístico rosarino residente en Montevideo, quien sentía verdadero cariño por la patria de Artigas. Esa miniatura demográfica, que, toda entera, cabe seis veces en San Pablo, cinco en Buenos Aires y tres en Bogotá, es gigantesca comparada con Qatar. La sede del Mundial es quince veces más pequeña que el territorio uruguayo. En rigor, 15,2 veces cabe Catar en Uruguay. Ese breve emirato de la península arábiga lo logró: se consiguió el Mundial. En diciembre de 2010 se anunció el triunfo de su candidatura, y en todos estos años bramaron y amenazaron con sacárselo Inglaterra y Estados Unidos, desairados en su pretensiones organizadoras, pero la decisión se mantuvo y ya no hay vuelta atrás. Será el primer Mundial en el mundo árabe. A lo árabe, con toda la fastuosidad de que es capaz la altivez y el orgullo de jeques y emires.