Me tocó vivir años de esplendor del deporte guayaquileño, cuando funcionaban a diario al menos 20 deportes. Fútbol en los estadios Ramón Unamuno, Capwell y Modelo; béisbol en el Reed Park, en el Capwell también y más tarde en el Yeyo Úraga; boxeo en el coliseo Huancavilca, en la Liga Deportiva Estudiantil (LDE), en el River Oeste; lucha libre y pesas en el Huancavilca; ciclismo alrededor del parque Centenario y luego en el Modelo.

También atletismo en la pista Víctor Emilio Estrada; natación en la piscina Olímpica; fuerabordismo en el estero Salado; hockey en patines en el Parque Infantil; gimnasia olímpica en el Vicente Rocafuerte y en LDE; básquet en el Huancavilca, en Puerto Liza (los torneos del club Sevilla) y en el coliseo Voltaire Paladines Polo.

Se practicaban todos los deportes modernos y los escenarios se repletaban de aficionados. Esa pasión nos venía desde la historia, cuando a principios del siglo XX llegó a Guayaquil Manuel Seminario y despertó a un gigante dormido. ¿Saben cómo explican esa devoción deportiva de Guayaquil dos especímenes que representan en nuestro periodismo deportivo a la ‘generación idiota’?: “Es que en esos años no había Netflix”.

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Pregúntele a la UAFE

Hoy solo quedan escombros de un deporte castigado por una demolición perversa que privilegia los negocios por sobre la promoción deportiva. Basta leer un voluminoso informe de la Unidad de Análisis Financiero y Económico (UAFE) que habla de enriquecimiento ilícito con los dineros federativos y se halla en manos de la Fiscalía. La indagación no avanza por la influencia del investigado en las altas esferas de gobierno, al punto que, pese al informe de la UAFE, acaba de ser nombrado para un alto cargo.

El fútbol federativo —como los demás deportes— es un cadáver insepulto. Aquellos torneos que se disputaban en el Unamuno con clubes como Huracán, Caribe, 10 de Agosto, Rocafuerte, Chile, Uruguay, Manta, que proveían de estrellas a los equipos de primera categoría, no se juegan desde hace más de diez años. No funciona la Asociación Provincial de Fútbol; no funciona en la Federación Deportiva del Guayas ninguna asociación; no se ha realizado hace años ningún torneo provincial de algún deporte.

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Guayaquil murió como ciudad deportiva, pero Fedeguayas sigue recibiendo del Gobierno casi $ 10 millones anuales, más lo que recauda por alquileres de escenarios, parqueos, etc. ¿En qué se invierte ese dinero? Pregúntele usted a la UAFE; a la Fiscalía, que está atada de manos, o a la ministra de Educación y Deportes.

El Astillero, maltrecho

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Del fútbol profesional solo nos quedan dos representantes maltrechos y endeudados: Barcelona y Emelec, plagados de extranjeros que se compran de remate y futbolistas de otras provincias, porque ninguno produce ya sus propios valores, como en otros tiempos. Pero el derroche no para; tipos disfrazados de futbolistas cobran sueldos astronómicos en entidades al borde de la quiebra, mientras los acreedores hacen fila en las afueras del Capwell y el Monumental.

¿Ejemplos? Barcelona fichó a Felipe Caicedo, que estaba semirretirado. Un fiasco total y un drenaje de dinero irresponsable. Emelec es un fantasma desde que Nassib Neme se apartó de la dirigencia. Un club exitoso y bien administrado hoy convertido en un despojo andrajoso. Acaba de contratar a Miller Bolaños, que tiene una tormentosa historia con el club. Viene a reemplazar al peruano Christian Cueva, el rey de la discoteca y el pisco. Y Guayaquil City vuelve a la serie A con un refuerzo de ‘lujo’: Kitu Díaz. Con ellos volveremos al podio en el campeonato nacional de 2026. No es broma de inocentes; lo digo en serio.

Hoy vivimos la vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser, como dice el tango. ¿Qué nos pasó para rodar por el despeñadero? Simple: la negligencia, la incapacidad y el quemeimportismo hicieron que se secaran las fuentes de donde salían los futbolistas porteños. Ya hablamos de los torneos federativos de los que surgieron Enrique Raymondi, Félix Lasso, Washington Muñoz, Alfonso Quijano, Vicente Lecaro y un centenar de cracks. Hoy no queda ni siquiera el estadio Ramón Unamuno, que fue la cuna de esos grandes jugadores.

Sin semilleros

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En mi niñez y mi adolescencia iba al estadio a ver tres partidos. El de Ascenso, con Chacarita, Español, Panamá, LDU, Estudiantes del Guayas, Audax Argentino, Rosarinos, Asociación de Empleados, Aduana. De las filas de esos equipos pasaban luego a primera muchas figuras. Después venía el preliminar de la serie de honor y luego el de fondo con Barcelona, Emelec, Everest, Norte, Patria, 9 de Octubre, Valdez. Hoy todos los de ascenso y primera, salvo los del Astillero, están enterrados.

Apenas vemos un partido porque el césped se resiente de puro delicado. Por eso no vemos las promesas del campeonato de reserva ni los torneos juveniles. El último que presenciamos fue el Torneo Renovación, una estupenda idea en los años 70 promovida por Antonio Andretta durante su presidencia en la Asociación de Fútbol del Guayas. No menos de 20 estupendos jugadores salieron de ese certamen.

Otra fuente que se secó fue la de las Ligas de Novatos. Su promoción empezó en 1929 con la Liga Independiente, que fundó don Julio César Cueva Valarezo. El movimiento popular creció con ligas como la Juan Díaz Salem, la Novatos del Norte, la Guayaquil, la Vicente Norero y otras que habilitaban canchas en varios sectores de la ciudad. La más popular fue la Díaz Salem, que jugaba sus campeonatos en el antiguo Jockey Club, en la esquina de Quito y Venezuela.

Jorge Bolaños

Puedo asegurar, porque fui testigo, que esos encuentros tenían más calidad que muchos de los que se ven en el campeonato de la Liga Pro. Muchos de los futbolistas de los equipos del actual torneo nacional no habrían podido jugar en la Salem ni en ninguna otra liga, peor en el ascenso.

Hay equipos de ligas de novatos que quedaron en el recuerdo perenne de quienes los vimos en sus grandes momentos, cuando eran apenas unos muchachitos endiablados que brindaban espectáculos inigualables. Uno de ellos fue el Sagrario, del que brotaron estrellas que más tarde deslumbraron en clubes de primera y en la Selección. Basta nombrar algunos como Jorge Bolaños, estrella de Emelec, Barcelona y la Tricolor; Jorge Mawyin, que escribió bellas páginas en Patria y Barcelona; Galo Pulido, un mago de la creatividad, esa virtud que no existe hoy.

Además, Milton Pérez, dominador eximio del balón, mimado de Mariano Larraz en un Emelec juvenil, que se mantuvo invicto en medio centenar de partidos y jugó en primera; Lucho Sernaqué, centrodelantero de 9 de Octubre y Español; Teodoro Ruiz, notable zaguero central, técnico y elegante, que pasó a Español, club que le negó el pase cuando fue codiciado por Emelec; y Alberto Mexicano Mera, el conductor de Estudiantes del Guayas que en 1960 fue fichado por Emelec.

Todo lo que hemos narrado desapareció un día. Barcelona y Emelec no tienen divisiones formativas y deben fiarse de representantes embaucadores que les venden desechos. Tampoco hay ya los intercolegiales y los buscadores de estrellas, tipo Dantón Marriott, Justo Nieto y Felipe Vera, que descansan en paz. Solo quedan los representantes avivatos. (O)