Una columna de Mario Canessa del pasado 27 de agosto enjuicia severamente los problemas arbitrales surgidos en este tiempo. Este tema nos retrotrae a la época de años más felices en los que jamás se dudó de la capacidad y la moral de los árbitros. Algunos de ellos dejaron una huella muy profunda y sus nombres están ocultos por el olvido y la desmemoria.