Aunque no tuviera más fruto que un gol (un cañonazo de Messi que hubiera derribado la Torre Eiffel) el primer tiempo del Barça fue para enmarcar. Y tambien fue superior en el segundo, salvo los 10 primeros minutos, única fase en la que el PSG acertó a moverse con algún sentido. Luego, sin tanta excelencia como en la primera mitad, el Barça retomó el hilo de su juego con un dominio constante que fue a más. Los últimos 20 minutos el PSG se metió en el área sin rubor, con una defensiva troglodita propia de equipo italiano de medio siglo atrás: mucha gente y patada lejos para que el balón tarde en volver. Y un gran portero, Keylor Navas.