“Fue el domingo más triste de mi vida. No quise ver televisión ni escuchar radio, no cené y me fui a dormir a las ocho de la noche. Mi esposa siempre me dice que cómo me puedo poner tan mal por un partido de fútbol, no le hablé por un día, pero esa vez no me dijo nada, creo que me entendió. Lloré en el baño, solo; debo haber llorado hasta durmiendo. Quería despertarme una semana después, un mes después, cuando ya nadie hablara del tema y yo mismo lo olvidara. No quise comprar diarios ni hablar con amigos. Nadie imagina el dolor que se siente hasta que le pasa…”