Campeones hay muchos, inolvidables muy pocos. Este Bayern Munich consagrado el domingo en Lisboa nuevo rey de Europa ya entró en las páginas de historia. Porque es el campeón perfecto, en el juego y en los números. Porque profundiza al máximo el concepto de colectivismo donde la única individualidad es el escudo. Si en ese proceso conjunto un engranaje destaca más que otro es simplemente por una mayor optimización de la eficiencia, no por pretender ser más que el compañero. Un campeón sensacional que quizás nos está marcando el principio de una era: la de la intensidad total.