Querido por propios, criticado por otros, César Salinas, presidente de la Federación Boliviana de Fútbol, tenía al menos un blasón para mostrar: llegó rico al fútbol, no necesitaba de él. Su vida se apagó apenas a los 58 años: sucumbió al coronavirus. Sorprendió a todos; más que eso, impactó. Bolivia deberá encontrar ahora un líder a la altura de ese cargo y no es fácil, no hay clase dirigente en el mundo. Lo mejor que puede decirse de Salinas es que fue un hombre humilde y que su fortuna la hizo con su empresa. Es la visión unánime en La Paz. Tenía el sueño de devolver a la Verde a un Mundial y construir un centro de entrenamiento para el equipo nacional. Su deceso no sólo entristece, también complica al fútbol boliviano, que llamará cuanto antes a elecciones y quién sabe si seguirá el técnico de la selección, César Farías. El venezolano era el preferido de Salinas, que lo tuvo en The Strongest, mas no de gran parte de la dirigencia.