El parque de Flushing Meadows en el condado de Queens, Nueva York, se ve hoy desolado. A estas alturas, en tiempos normales, los fines de semana estaba repleto de fanáticos futboleros de todas las nacionalidades. En todas las canchas, ligas latinoamericanas y europeas estaban iniciando sus torneos y sus equipos, con vistosos uniformes, eran alentados por bulliciosas barras.