Conocí a Omar Quintana Baquerizo a inicios de la década de los años 60, cuando él empezaba a brillar en el básquet porteño y nacional. Me lo presentó ese recordado dirigente que es César Gamarra afuera del coliseo Huancavilca. Conversamos algunas veces en mis comienzos en el periodismo, pero la relación se hizo más cercana a partir de 1969 cuando, siendo uno de los mejores basquetbolistas del país, Omar fue llamado por la Liga Deportiva Estudiantil (LDE) para jugar como refuerzo en el Campeonato Sudamericano de Clubes Campeones, en Guayaquil.