La sonrisa es innegociable. Hasta cuando te están llevando esposado. Tal parece ser la consigna de Ronaldo de Assis Moreira. Te flanquean dos policías y de frente están los fotógrafos, sonríe, sonríe… La sonrisa es su escudo protector. Eso y el recuerdo del jugador fascinante que fue. Artista del malabar, rey de un escenario con cien mil personas, prodigio capaz de atravesar paredes blindadas de zagueros, bandera del fútbol alegre, del ideal de ganar y gustar. Hasta los amantes del picapiedrismo (¡y hay tantos…!) abdicaron ante la magia de Ronaldinho. Y quienes lo admiramos no aceptamos comparaciones, ni con Pelé ni con Maradona ni con Messi: Ronaldinho es Ronaldinho, cinco centavos aparte. Cualquier comparación profana su recuerdo.