El mundo se enteró el 31 de diciembre de 2019 que el brote de la enfermedad llamada coronavirus (COVID-19) podía convertirse en una gran amenaza. Conocida la noticia no le dimos la atención que merecía porque la considerábamos como una epidemia distante, tan lejana como su misma cuna: Wuhan (China). Alarmaba, pero la mirábamos de reojo.