Cuando en el 2016 Independiente del Valle clasificó a la final de la Copa Libertadores, ante la sorpresa de propios y extraños, me conciencié de que llegar como finalista representaba todo un suceso y no lo contrario, como algunos piensan –que de hecho intentan desacreditar las dos finales del Barcelona en ese mismo torneo en 1990 y 1998, perdidas con Olimpia y el Vasco Da Gama, respectivamente–. Los de Sangolquí cayeron ante el Atlético Nacional de Medellín, Colombia.